Vicente Fernández, “El Charro de Huentitán”, “Chente”, o como mejor prefiera el respetable, es, podría decirse, la última leyenda viva de la música vernácula del país, un ídolo que llega a su octava década de vida, con una carrera de más de 75 millones de discos vendidos.
Y todo empezó un 17 de febrero de 1940, en un pueblo de Jalisco, Hentitán El Alto –que ahora es tan famoso como Tecalitlán, donde dicen que surgió el mariachi- donde nació Vicente Fernández Gómez, dentro de una humilde familia, que nunca se imaginó que aquel niño sería el único charro que podría competirle a Pedro Infante, como ídolo del pueblo.
A diferencia de la estrella de Sinaloa, Fernández ha tenido una larga existencia, con un legado de 100 discos publicados; tiene en su vitrina personal dos premios Grammy, ocho Grammy Latinos, y sus manos comparten espacio en el Paseo de la Fama de Hollywood con Frank Sinatra y Carlos Santana, entre muchos otros.
A la edad de 14 años, Vicente Fernández ya sabía que la música era su pasión. Luego de participar en un concurso y ganarlo, en Guadalajara, empezó a transitar en restaurantes y bares, cantando de forma amateur.
Poco a poco, se posicionó como el rey de la música ranchera. En la biografía oficial del cantante, que aparece en su página web, refiere que, a los 24 años, ya cantaba con muchos de los mejores mariachis de la época, como el Mariachi Amanecer de Pepe Mendoza y el Mariachi de José Luís Aguilar (Felipe Arriaga).
Además, se abría camino en la radio de la época, participando en programas como Amanecer tapatío. Muy pronto la capital de Jalisco le quedó chica al cantante, quien se traslada a la Ciudad de México, desde donde acrecentó su fama.
Como muchos de los cantantes de aquellos años, “Chente”, fue rechazado de varias compañías disqueras, que evitaban arriesgarse con nuevos talentos.
Sin embargo, en 1966 ven la luz los primeros sencillos que se convirtieron en éxito y marcaron el inicio de una carrera discográfica que todavía no termina. Piezas como Tu camino y el mío, Perdóname y Cantina del barrio, forman parte de ese arranque.
A pesar de que sus temas eran un éxito, sobre todo en radio, Vicente Fernández se convirtió en un artista masivo cuando grabó, en 1976, Volver, volver, de Fernando Z. Maldonado, una canción que casi de inmediato se convirtió en un himno de la música ranchera.
En la voz potente de Vicente Fernández, la canción rompió todos los récords de venta; grupos y cantantes de México y otras partes del mundo hicieron suya la pieza, que se convirtió en emblema de la música regional mexicana.
A partir de entonces, Fernández se convierte en estrella internacional. En la década de los noventa, graba los que serían tal vez sus discos màs representativos: Aunque me duela el Alma (1995) y Me voy a quitar de en medio (1998), el tema de la popular telenovela, La mentira.
La popularidad del cantante se incrementa, sobre todo por su devoción al público. En sus conciertos se hace famosa la frase “yo canto hasta que ustedes dejen de aplaudir”, lo que hace su recitales auténticos maratones, con un público extasiado.
Otro brazo importante de la carrera de Fernández es el cine. “El Charro de Huentitán” ha participado en más de 30 películas. Sin embargo, desde el punto de vista cinematográfico, a diferencia de su música, ninguna de sus películas tiene mucho que aportar; más bien su incursión se fincaba en apoyo a sus discos.
Esto pasa en cintas como La ley del monte y El rey, que se hicieron cuando las canciones estaban en la cúspide de popularidad. Esto marca una gran diferencia con el ídolo de Guamuchil, Pedro Infante, cuyas películas le diputan a su carrera como cantante, la trascendencia.
Por si quedaba duda de la importancia de Vicente Fernández, como emblema inmortal de la música ranchera, fue incluido en el El Salón de la Fama de la revista Billboard en 2016.
Recientemente, el cantante dio a conocer que tenía grabados 20 álbumes con material inédito, que irán presentando en los años siguentes. Fernández dijo al respecto: “Tengo más de 100 álbumes en el mercado y he grabado más de 300 canciones que aún no se han dado a conocer. Mi vicio es cantar”.
Con 80 años, prácticamente retirado de los conciertos, “Chente” deja un legado casi imposble de superar. Su hijo, Alejandro Fernández, y sus nietos y nietas, que también son intérpretes, han consolidado la dinastía. Pero la voz y presencia del charro del vigote tupido, es insustituible.
Fuente: Notimex/ Óscar Dávalos Becerril