Han pasado 75 años desde que fueron liberadas las personas prisioneras en el campo de concentración de Auschwitz, ubicado en Polonia, donde al menos un millón cien mil personas perdieron la vida a manos del régimen nazi.
Este 27 de enero se conmemora la liberación del centro, el fin de las torturas y las muertes ahí ocurridas, pero 75 años después de ello la humanidad tiene aún mucho más que reflexionar al respecto.
En entrevista con Notimex, Adán García, Director Académico del Museo Memoria y Tolerancia de esta capital, abordó la importancia del recuerdo de Auschwitz, de mantener viva, por diversos medios, la historia que sufrieron en el pasado los grupos perseguidos por el nazismo, para no repetirla y seguir adelante.
Mantener vivo este hecho nos permite, en sus palabras: “recordarnos que la capacidad destructiva del ser humano no tiene límites y que este tipo de sucesos se pudieron haber evitado si hubiéramos elegido un camino diferente, ese camino es buscar la convivencia armónica de las diferencias, es decir, la tolerancia”.
El museo y la enseñanza en general de este hecho permiten reconocer que “hay un camino paralelo al odio, a la mentira, a la ignorancia; el camino del respeto, del amor, de la verdad, de la construcción, de la aceptación, del reconocimiento de la diversidad”.
El holocausto. Aprendizajes pendientes
Una parte de los ciudadanos del mundo que escuchan sobre el “holocausto” considera que fue un hecho doloroso, sin que quede clara la magnitud de las violaciones a los derechos humanos, reflexionó el integrante del equipo del museo mexicano que aborda este genocidio y otros cometidos contra otras comunidades.
Aunque, aseguró, la humanidad ha sido capaz, en buena medida, de aprender del hecho y ha construido, en términos de derecho y política internacional, herramientas para evitar o contener su repetición. En tal sentido, se creó la Organización de las Naciones Unidas y se han adoptado cartas y compromisos internacionales, a los que los países se han adherido para proteger a los ciudadanos.
García afirmó que a 75 años de la liberación del campo de concentración las lecciones que como humanidad no tenemos aprendidas se relacionan con que la violencia contra las personas, que empieza por problemas pequeños, inicia al distinguir a los grupos, disminuirlos y violentarlos, lo cual da pie a la discriminación.
Asimismo, recordó que las sociedades tampoco aprendimos que los discursos de odio y la deshumanización de los otros grupos devienen en violencia, por lo que a 75 años de aquel suceso las lecciones del holocausto deben estar más vivas que nunca y necesitamos la memoria para eso.
A pesar de que ya pasaron tres cuartos de un centenario de su liberación, el experto aseguró que el campo de Auschwitz representa el horror de la guerra porque antes de llamarlo holocausto, u otro nombre, las víctimas denunciaron las violaciones a los derechos humanos perpetradas en el camino al campo y en el propio lugar.
Las personas que sufrieron en el campo, a pesar de no poder hablar sobre esto de inmediato, porque necesitaban encontrar un sitio donde seguir con su vida después de que se les arrebatara todo en la guerra, comenzaron a narrar sus historias y lograron el reconocimiento tras 12 o 15 años de sufrimiento.
Narraron las dolorosas travesías que ahí vivieron y recolectaron evidencia junto con investigadores de todas las naciones.
La liberación de Auschwitz
La liberación del centro de reclusión fascista no se dio al terminar la guerra de forma automática, por lo que los prisioneros, aislados de las noticias, se quedaron en este lugar sufriendo abusos.
Al declarar el fin de las batallas, el ejército ruso se adentró al territorio ocupado por el ejército alemán. Con el paso de los días fueron encontrando campos de concentración y el primer centro de exterminio que localizaron fue el de Majdanek. Las cuestiones severas que ahí encontraron escalaron al conocer Auschwitz, aseguró el internacionalista.
Éste era el centro de exterminio más grande de los siete que existieron en la Europa ocupada. Era un campo de concentración “que tenía la sensación de permanencia, no iban sólo a terminar con la presencia de los ciudadanos judíos en las calles, su intención era destruir totalmente a esta porción de la población”, junto con los prisioneros políticos, gitanos, soviéticos, homosexuales y testigos de Jehová.
El campo, detalló el investigador, estaba conformado por tres áreas. La primera dedicada a la concentración, la segunda a los trabajos forzados y la tercera a la eliminación de quienes pasaban por el sitio.
La vida promedio de quienes sobrevivían al primer filtro de los “ángeles de la muerte” era de tres a cuatro meses y después ingresaban a la cámara de gas y a los incineradores de cuerpos, tras un largo proceso de violación a lo que ahora conocemos y defendemos como derechos humanos.
Memoria histórica viva. La importancia de la tolerancia
Adán García asegura que aún hoy se descubren nuevos hechos sobre el holocausto, apoyados por investigaciones pasadas, basadas en testimonios de quienes ahí estuvieron y quienes ya no pueden, o pronto no podrán narrar, su historia por su edad. Ello reafirma la responsabilidad de las personas del mundo con la conversión en memoria viva de los hechos relacionados con éste y otros genocidios.
El museo Memoria y Tolerancia, que se encuentra en el centro de la Ciudad de México, tiene una mirada única en el mundo, comentó a Notimex su director académico. Permite a los visitantes no sólo conocer el genocidio ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, sino también el resto de los ocurridos en la historia reciente. Al continuar ese recorrido de dolor y sufrimiento, los visitantes son invitados a reflexionar sobre la importancia de la tolerancia.
A la humanidad le corresponde convertir estos datos “en memoria viva para el presente, que hable en contra de la discriminación, el odio y la intolerancia”, concluyó García.
Fuente: Notimex/ Por Patricia San Juan