El presidente estadounidense Donald Trump quiere revocar las restricciones que por cerca de dos décadas protegen el bosque nacional Tongass en Alaska, la mayor selva tropical templada húmeda del mundo.
Se trata de 68,062 kilómetros cuadrados de naturaleza virgen, con abetos, cedros y cicuta, ríos ricos en salmones, fiordos impresionantes, rarísimas especies de flora y fauna.
En momentos en que se incendia gran parte de la Amazonia, Trump ordenó al ministro de Agricultura, Sonny Perdue, examinar este otro pulmón del planeta de los límites impuestos por Bill Clinton poco antes de abandonar la Casa Blanca en 2001.
La agencia noticiosa italiana Ansa recordó que Clinton había prohibido la deforestación y la construcción de carreteras (“roadless rule” – “regla sin caminos”) sobre 234.000 kilómetros cuadrados de bosques nacionales subdesarrollados en todo el país.
Su sucesor, George W. Bush, intentó anular esta decisión al retener a un puñado de empresas madereras en Tongass antes de que un juez federal reintrodujera la normativa de Clinton.
Pero ahora, reveló el diario Washington Post, el magnate prueba de nuevo y pidió a Perdue un plan que entre en vigor en otoño (boreal).
Si no hay obstáculos, las consecuencias abarcarán a más de la mitad de la forestación, que podrían convertirse en un terreno desforestado, de actividad minera y de proyectos energéticos, poniendo en riesgo el ecosistema, la pesca y el turismo.
De manera paradójica, la industria maderera provee sólo una pequeña fracción de la ocupación en el sudeste de Alaska, donde se encuentra el bosque: el 1%, contra el 8% de la industria pesquera (aquella del salmón genera 1.000 millones de dólares) y el 17% del turismo (de elite).
Pero los dirigentes y las comunidades locales se lamentan desde hace tiempo, sosteniendo que la “Roadless rule” frena el desarrollo en una región donde menos del 1% de la tierra es privada.
Ansa citó a la senadora republicana Lisa Murkowski, según la cual “la industria maderera colapsó precipitadamente y es desconcertante que las pocas compañías que quedan en nuestro bosque nacional más grande estén constantemente preocupadas por el fin de las existencias”.
Trump decidió cómo debe llevar su desregulación también en la gestión del patrimonio forestal, privilegiando el empleo y el desarrollo sobre el medio ambiente y el clima.
“La política forestal se ha convertido en una obsesión para él”, sostuvo un exmiembro de su personal, pero, al parecer, todavía no es una tierra manejada con maestría, como observan sus detractores, recordando la farsa hecha por el magnate durante los incendios forestales en California, cuando dijo que para evitarlos, uno tenía que adoptar el modelo finlandés: rastrillar los bosques.
El Washington Post sostiene que la gestión de los bosques se ha convertido en una obsesión para Trump, que el año pasado ya aprobó una medida destinada a aumentar la tala de árboles en estos territorios protegidos.
Fuente: Notimex