Protestas en Estados Unidos contra una realidad de racismo y violencia

Las ciudades en Estados Unidos han cambiado significativamente en la última semana. Hasta el lunes 25 de mayo predominaba el regreso a las actividades regulares. Poco a poco los trabajadores se sumaban a sus plantas o centros de trabajo mientras los gobernadores y congresistas discutían el mejor plan.

Ese mismo lunes, la muerte de George Floyd, un ciudadano afroamericano retenido por un policía que le apretó su rodilla en el cuello hasta que le hizo perder el conocimiento, falleció. Este hecho demostró a los ciudadanos que la “normalidad” también es aquella que incluye violencia y decesos.

Cada noche, desde el martes después de la muerte de Floyd, más calles se han abarrotado. Primero las de Minneapolis y ahora las protestas se han extendido a casi la mitad del territorio estadounidense. Además, en otras ciudades en el mundo han salido a protestar frente a las embajadas de Estados Unidos o en plazas públicas.

Las proclamas por justicia para Floyd van acompañadas de los nombres de otros ciudadanos afroamericanos asesinados por la policía como Trayvon Martin, Oscar Grant, Anthony Hill o Amadou Diallo, pues en estos y en otros casos la presencia policial, irónicamente, les ha hecho perder la vida y los ha alejado de la justicia.

Las últimas protestas se han caracterizado por los arrestos, enfrentamientos entre los miembros de las fuerzas de seguridad y los manifestantes, toques de queda, la presencia de miembros de la guardia nacional y como refuerzo del lado de los manifestantes, cada vez más jóvenes exigen sus derechos, con una característica especial, un cubrebocas en el rostro, para reducir la posibilidad de contagio de COVID-19.

Los gobernadores, alcaldes, líderes sociales, congresistas y políticos progresistas han llamado a la calma y el repliegue durante los toques de queda. Existe un discurso que pareciera doble, llama a las personas a externar sus opiniones y continuar exigiendo justicia, pero a mantenerse en casa cuando las autoridades lo indiquen.

Estos llamados son poco escuchados y las actividades nocturnas incrementan. El fuego, los gritos y reclamos de los que están en las calles son combatidos por balas de goma, perdigones, gases lacrimógenos y detenciones por parte de los policías, la guardia nacional y otras fuerzas de seguridad.

Periodistas, activistas y personas que sólo salieron por comida y regresaban a casa, así como los propios manifestantes, han denunciado que fueron lastimados o arrestados por las autoridades, mientras el presidente los condena y califica de saqueadores, anarquistas y militantes de extrema izquierda, así como seguidores de Joe Biden, con una mirada a las elecciones antes que a las protestas.

El lema Black Lives Matters

En estas manifestaciones predominan tres consignas en los carteles: “I can’t breath” (no puedo respirar), la frase que empleaba Floyd para notificar la falta de aire a causa del aplastamiento por la rodilla del policía; “No Justice, No peace” (Sin justicia no habrá paz) y “Black Lives Matters” (La vida de los afroamericanos importa), una de las consignas modernas que llevan los movimientos antirracistas en el país.

Este lema se originó tras la muerte de Trayvon Martin, quien tenía 17 años y fue asesinado por un vigilante voluntario en un barrio de Florida mientras visitaba a su papá, en febrero de 2012.

Trayvon caminaba por la calle y el vigilante aseguró que vio a alguien extraño al llamar al 911. En lugar de seguir las instrucciones que le señalaron, acercarse y dialogar, disparó. Terminó con la vida del joven que tuvo tiempo de llamar al 911 para reportar la herida que recibió y su dirección.

Al día siguiente, su padre lo reportó como desaparecido y la policía confirmó que el cuerpo encontrado era el de su hijo, aunque no dieron a conocer que el adolescente llamó. Ese dato se dio a conocer durante la investigación.

Zimmerman, quien perpetró los disparos, fue enjuiciado por asesinato en segundo grado, pero en 2013 fue liberado de los cargos y con ello en redes sociales inició el hashtag #BlackLivesMatters, que pronto salió a las calles como una proclama popular por la vida de Trayvon y otros afroamericanos que fueron asesinados a manos de policías o ciudadanos por motivos raciales.

El movimiento fue alimentado por manifestaciones en el país y en 2014 el asesinato de Michael Brown, en Missouri, perpetrado por un policía, generó mayores respuestas, sobre todo en las ciudades de Nueva York y Ferguson.

Este grupo tiene una característica particular de este siglo, pues se ha repetido en otros países. Es descentralizado, sin líderes fijos y con células en diferentes ciudades, universidades y grupos sociales que se organizan cuando lo consideran necesario.

Visibilizar las protestas

Las protestas antirracistas entre los estadounidenses han tenido diferentes expresiones a lo largo de la historia. El movimiento del reverendo Martin Luther King Jr y los seguidores de Malcolm X dieron paso a nuevas generaciones que tomaron en sus manos el discurso y lo convirtieron hasta lo que apreciamos en nuestros días, con un trabajo cotidiano de concientización.

Una de las expresiones de la modernidad y que se ha dado a conocer a nivel mundial es la silenciosa protesta de los jugadores de football americano, quienes durante el himno se arrodillan para evidenciar la discriminación que viven las personas afroamericanas en Estados Unidos.

Trump se ha posicionado de forma feroz contra estas expresiones, pero los jugadores las han continuado desde el 2016 en algunos juegos, después de que Colin Kaepernick, activista y jugador profesional, se hincó durante el himno luego de que en noviembre de 2016 se incrementaran los casos de violencia racial en su país. Poco después señaló que no podía sentir respeto por los símbolos de la nación en la que vivía y donde no se respetaba a los afroamericanos.

Esto generó molestia entre algunos seguidores del deporte, pero complementó la respuesta social de los activistas y ciudadanos que identificaban que el racismo continuaba presente en el país.

Las protestas no son una coincidencia

Al paso de esta semana el hijo del reverendo Martin Luther King Jr, que lleva el mismo nombre que su padre, recordó una frase que alguna vez mencionó el líder social, “la revuelta es el lenguaje de los no escuchados. ¿Qué es en lo que Estados Unidos ha fallado? Ha fallado en escuchar que las promesas de libertad y justicia no se han cumplido”.

Esta frase continúa siendo un llamado al reconocimiento de lo que falta por lograr y lo que se necesita para alcanzar la igualdad y la justicia de cada caso, y que en 2020 sigue presente.

La esclavitud se abolió oficialmente en 1863 y en 1965 se puso fin a las medidas de segregación racial, pero es evidente que la brecha continúa abierta.

Los barrios aún están divididos a pesar de que ya no existen limitantes legales de compra de terrenos y el ingreso aún es menor para los afroamericanos, de acuerdo al reporte del Proyecto de Igualdad de Oportunidades publicado en 2018, lo que no les permite la movilidad social.

La muerte de Floyd encendió una llama que lleva reclamos pasados y presentes de las nuevas generaciones y van acompañados de jóvenes y adultos de diferentes orígenes, que exigen igualdad de oportunidades para todos y todas.

En más de la mitad de la nación las protestas han cobrado vida propia, a pesar de los esfuerzos de reprimirlas por parte de las autoridades los ciudadanos siguen saliendo a las calles, quemando estaciones de policía, autos, rompiendo vidrios, pero sobre todo exigiendo igualdad y justicia.

La oleada de protestas no se veía venir, mucho menos con la amenaza de contagio del coronavirus tras unos meses en el encierro, pero es cierto que la crisis es el único panorama previsible a futuro y las consignas apuntan a que, si no queda futuro, se buscará el cambio en el presente.

Las protestas parecen seguir alimentándose. En Washington el presidente ha decidido mantenerse en su búnker y las ciudades han llamado a un toque de queda, pero la desobediencia civil prosigue, lo que ha sorprendido a gobernadores y miembros de equipos de seguridad que, como en la ciudad de Minneapolis, aseguran que esto no lo habían visto ni siquiera durante las protestas de los años 60.

2020 es un año de cambios, aseguraban algunos durante los discursos de año nuevo, pero no hay brújula que señale el camino después de la ruptura que ha significado esta generación.

 

Morir a manos de un policía

Nunca se vio Minnesota así. Las calles que hasta hace poco parecían desiertas, estos días se han mantenido repletas. Se escuchan cánticos, consignas y llamados por la justicia, proclamas para que la muerte de George Floyd no se olvide, pero sobre todo para exigir que nunca más se repita un hecho como este.

El lunes 25 de mayo George Floyd fue detenido por cuatro policías. En ningún momento mostró resistencia, de acuerdo con lo que se muestra en los videos de seguridad. Aun así, uno de ellos lo sometió y colocó una rodilla sobre su cuello, justo a un lado de la patrulla.

Floyd rogaba por aire, las personas a su alrededor exigían que lo liberaran de esa posición. Algunas de ellas grabaron el momento. En menos de 10 minutos Floyd, quien era un ciudadano afroamericano, perdió el conocimiento y fue llevado a un hospital, donde murió.

El video lo vieron miles de ciudadanos estadounidenses y de otras partes del mundo, que se preguntaron qué había pasado con el hombre caucásico que trabajaba como policía y sus compañeros.

No fue hasta el 27 de mayo cuando las autoridades decidieron separar de su cargo a los oficiales que realizaron este hecho y el 29 iniciaron un proceso penal por asesinato, sólo contra quien lo mantuvo sometido.

La sexta causa de muerte en jóvenes afroamericanos

A pesar de los impactantes hechos mostrados ante las cámaras, la muerte de George Floyd no es un hecho aislado, sino algo relativamente común en Estados Unidos, pues uno de cada mil hombres afroamericanos podría morir a manos de un policía.

Esta es la sexta causa de muerte de los hombres afroamericanos, sobre todo en aquellos que tienen entre 20 y 35 años, de acuerdo con un estudio de la Academia Nacional de las Ciencias de EUA, publicado en agosto de 2019 por Frank Edwards, Hedwig Lee y Michael Esposito.

En el caso de hombres latinos, de pueblos nativos americanos y originarios de Alaska, la probabilidad se reduce a uno de cada dos mil, pero continúan en un rango de mayor posibilidad que el resto de los ciudadanos en el país.

Trayvon Martin, Ahmaud Arbery, Tamir Rice, Oscar Grant, Eric Garner, Jordan Davis, entre otros ciudadanos afroamericanos también perdieron la vida por los ataques de policías y expolicías que aseguraban cumplían con su deber de protección, pero dispararon antes de asegurarse de que se tratara realmente de una persona peligrosa.

Estos jóvenes fueron asesinados mientras corrían, jugaban con un arma de juguete, se encontraban en una fiesta de fin de año, entre otras actividades que aparentemente no implicarían un riesgo, pero la policía las consideró como tal por su color de piel.

El proyecto Mapping Police Violence, que realiza investigaciones sobre las muertes provocadas por policías en Estados Unidos, indica que sólo en el año 2019 mil 99 personas fueron asesinadas por un miembro de las fuerzas civiles de seguridad pública.

El mapa interactivo, presentado en su página web, muestra que en el lado este del país fueron más comunes los asesinatos.

Durante todo el año sólo 27 días no terminaron con la vida de ninguna persona. En total se identificaron dos jornadas continuas sin víctimas, en el mes de junio. El 28 de enero nueve personas perdieron la vida por un oficial y fue el día con más muertes.

Si bien es cierto que las muertes perpetradas por los oficiales han sido contra todo tipo de personas, los policías de tez blanca han matado tres veces más afroamericanos y 1.3 veces más personas afroamericanas que no portaban ningún arma.

La geolocalización de los hechos se suma a uno de los factores relacionados, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Boston, publicado en julio de 2019.

Los tiroteos de la policía en las ciudades están fuertemente relacionados por la segregación que aún existe en los barrios, pues aún existen zonas donde predomina la división por color de piel y la percepción que tienen los oficiales de las mismas.

Es más común que se dispare o se detenga a los ciudadanos en los barrios en los que predomina la población afroamericana. “Esto forma parte del racismo estructural y particularmente de la segregación racial” introyectado en la población y en los policías, asegura Michael Siegel en la investigación de la que fue coordinador.

Otro de los factores a considerar son las leyes que regulan las armas. En Estados Unidos es legal comprar y utilizar armas de fuego, aunque cada estado tiene una legislación particular alrededor del tema. Un estudio realizado en 2018 por Vox, medio estadounidense, indica que entre más laxas sean las leyes del estado, mayor es el número de asesinatos a manos de policías por armas de fuego.

Además, Mapping Police Violence realizó una comparación sobre el nivel de crimen en los estados para estipular si hay una relación directa entre los asesinatos y el número de casos de violencia local, pero estos aspectos no tienen ninguna correlación, de acuerdo con las cifras de los años 2013 al 2018.

Cabe destacar, como antecedente, que Estados Unidos es el país industrializado y de ingreso alto en el que sus policías asesinan a más personas al año, asegura un estudio realizado por The Guardian, en el que se comparan las estadísticas de las naciones de mayor desarrollo económico.

Cambiar el futuro para Estados Unidos

Una de las soluciones ante esta problemática es cambiar la estructura del entrenamiento de los propios policías para evitar que durante su formación se les inculque que las zonas con población mayoritariamente afroamericana y latina son las más peligrosas, de acuerdo con las conclusiones del informe de la Universidad de Boston.

Otra de las medidas propuestas es la contratación de un mayor número de policías y profesionales afrodescendientes e hispanos, aunque esto no sería efectivo hasta que se contratara a más del 40 por ciento de los trabajadores de seguridad pública de este origen, de acuerdo con un estudio publicado en 2017 por la Universidad Pública de Indiana.

La respuesta que mejores resultados ha mostrado, de acuerdo con el Proyecto Uso de la Fuerza, es que se les indique a los policías que deben agotar todos los recursos posibles antes de recurrir al uso de un arma, lo cual ha impactado positivamente un 25 por ciento en las evaluaciones de los oficiales ante situaciones complejas.

La desconfianza en las autoridades

De acuerdo con el propio estudio de Mapping Police Violence, el 99 por ciento de los policías en Estados Unidos que cometen un asesinato no tuvieron cargos criminales entre los años 2013 y 2019, y menos de un cuarto de los que inician un proceso penal tienen una condena por el delito que cometieron.

Por ello, no resultan extraños los carteles en las manifestaciones de los últimos días, en los que reclaman que si la policía es quien termina con la vida de los ciudadanos, entonces a qué autoridades se acude para combatir estos crímenes.

Las manifestaciones que en los últimos días se han observado no solamente llevan a cuestas las proclamas por la vida de George Floyd, sino por el resto de los ciudadanos afroamericanos que han muerto por su color de piel y por la vida de los que experimentan la discriminación de forma cotidiana.

Fuente:Notimex