La pandemia del coronavirus casi paralizado la actividad económica mundial, pero una vez que el brote disminuya, la atención se dirigirá inevitablemente a cómo reiniciar la economía global, por lo que antes de restablecer “los negocios como de costumbre”, debería hacerse una pausa para considerar el impacto que esto podría tener en la salud humana y ambiental.
A esa conclusión llega Open Democracy, una fundación para el avance de la educación global, y explica que “hace unas semanas, la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA) publicó sorprendentes imágenes satelitales que muestran cómo la caída de la actividad económica en China tras el brote de coronavirus redujo drásticamente la contaminación del aire en el país”.
Con base en esos datos, un grupo de académicos de los Estados Unidos ha estimado que esta caída de la contaminación del aire puede salvar más de 50 mil vidas.
Para referenciar el caso, señala que “se estima que la contaminación del aire en China causa alrededor de 1.6 millones de muertes prematuras cada año, pero no es solo un problema para ese país, ya que la mayoría de sus productos se exportan y consumen en Europa y América del Norte. En las últimas décadas, los países ricos han externalizado su contaminación, junto con su costo humano y ambiental, a China y otros países, y ya sea que nos demos cuenta o no, toleramos estas muertes como un precio que vale la pena pagar para obtener productos más baratos”.
Pero la contaminación del aire no es el único indicador que ha mejorado desde el brote. Open Democracy menciona que las emisiones de carbono en China también disminuyeron en una cuarta parte, principalmente gracias a la reducción de la producción industrial y la demanda de energía. Si esta tendencia continúa en otra parte, los analistas creen posible que se produzca la primera caída de las emisiones globales desde la crisis financiera de 2008-09.
Advierte que “esto no significa que las pandemias sean deseables o que no debamos actuar. Por el contrario, es esencial que los gobiernos tomen medidas rápidas y urgentes para contener el brote, salvar vidas y mitigar cualquier inestabilidad económica a corto plazo.
Sin embargo, una vez que el brote disminuya, “la atención se dirigirá inevitablemente a cómo reiniciar la economía global, por lo que antes de restablecer “los negocios como de costumbre”, debe considerarse el impacto que podría tener en la salud humana y ambiental”.
Refiere que desde 1969, un tercio de la tierra cultivable en todo el mundo se ha perdido por la erosión o la contaminación; las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios han disminuido en 60 por ciento en promedio, por lo que estamos viviendo la sexta extinción masiva.
Más de la mitad de los bosques tropicales del mundo han sido destruidos, y más de un tercio de todo el hielo ártico del verano se ha derretido. La tasa de degradación del suelo ha llevado a algunos a estimar que solo podrían quedar 60 cosechas mundiales y, aunado a todo esto, se encuentra el problema de la emergencia climática.
“El sistema económico ha llevado a nuestro entorno más allá de las zonas operativas seguras, amenazando los cimientos de la civilización. Los científicos advierten que sin “cambios rápidos, de largo alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad”, el resultado será un daño devastador e irreversible para el clima y medio ambiente.
Por lo tanto, restaurar el status quo no sería un acto neutral, sino una decisión activa para profundizar la crisis ambiental. “Si realmente nos importa la salud de las personas y el planeta, deberíamos pensarlo dos veces antes de gastar dinero en acelerar esta trayectoria destructiva”.
Si bien es esencial que se mantengan los trabajos y se eviten dificultades innecesarias, apuntalar el status quo no es la única opción disponible. “Los gobiernos podrían forjar un camino diferente con un vasto programa de inversión para descarbonizar la economía global tan rápido como sea posible y llevar la huella ambiental a límites justos y sostenibles”.
Sostiene que este plan tiene un nombre: un Nuevo Acuerdo Global, porque “no podemos permitirnos un retorno a los negocios de la forma habitual. El efecto sería movilizar recursos para transformar los sectores de energía, transporte, vivienda y agricultura; descarbonizar la producción y el consumo, y restaurar los ecosistemas naturales”.
Los países que más han contribuido al colapso ambiental tienen la obligación moral de predicar con el ejemplo y apoyar a otras naciones como parte de una transición global justa, además de colocar a la economía mundial en un camino más sostenible, lo cual crearía una nueva ola de empleos altamente calificados y bajos en carbono, concluye la Fundación.
Fuente: Notimex