“Por la dignidad de los migrantes” es el título de la declaración de los obispos de la frontera norte de México y del Consejo de Presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
“El grito de los migrantes es nuestro grito”
Una vez más los obispos mexicanos levantan su voz por los migrantes, tras la última decisión del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de desplegar tropas de la Guardia Nacional en la zona de Frontera.
“Estamos sellando nuestra frontera sur, la gente quiere seguridad y protección”, escribió en un tuit el presidente de los EE.UU. este sábado 7, luego de que anunciara el martes 3 el envío de militares a la frontera sur hasta que se construya el polémico muro que fuera una de las bases de su campaña electoral.
De ahí que por primera vez en la historia de la Iglesia católica en México, los obispos del país se dirigieran, en un mensaje, a todos los habitantes de México y de los Estados Unidos “independientemente de sus convicciones religiosas”, y también al presidente de los EE.UU. Donald Trump y a su homólogo en México, Enrique Peña Nieto.
No a los muros de indignidad y violencia
“La frontera entre México y Estados Unidos no es una zona de guerra”, afirman la declaración, y ponen el acento en una solución pacífica y respetuosa de la dignidad de todos: la zona, escriben, “está llamada a ser ejemplo de vinculación y corresponsabilidad”, y aseguran, asimismo, que el único futuro posible para la región es aquel edificado “con puentes de confianza y desarrollo compartido y no con muros de indignidad y de violencia”.
Los prelados proponen consumir energías “en la creación de soluciones que siembren fraternidad y enriquecimiento mutuo en el orden humanitario, cultural y social”, y, tras reconocer que los flujos migratorios, “requerirán de una renovada regulación por parte de ambas naciones”, añaden que, sin embargo, “no toda norma, ni toda decisión política o militar, por el mero hecho de promulgarse o definirse, es de suyo justa y conforme a los derechos humanos”.
En ese sentido recuerdan que si ha habido una lección histórica que todos como sociedad hemos aprendido tras los conflictos mundiales vividos durante el siglo XX es que lo legal requiere de ser legítimo; que la dignidad inalienable de la persona humana es la verdadera fuente del derecho; que el dolor de los más vulnerables debe ser entendido como norma suprema y criterio fundamental para el desarrollo de los pueblos y la construcción de un futuro con paz. “Ese es el origen profundo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ese es el fundamento universal de una convivencia fraterna entre las naciones” aseveran. Y agregan: “Los gobiernos mexicanos del pasado y del presente tienen una grave responsabilidad al no haber creado las oportunidades suficientes de desarrollo para nuestro pueblo pobre y marginado”.
El pueblo no tiene la culpa
Aun así, los obispos añaden que “las carencias” de los gobiernos mexicanos “no pueden ser justificación para promover el antagonismo entre pueblos que están llamados a ser amigos y hermanos”:
“Nuestra incipiente democracia tiene un enorme reto en el futuro próximo: escoger a quienes deben de realizar de manera honesta, sin corrupción e impunidad, un cambio histórico que ayude a que el Pueblo de México realmente sea el protagonista de su desarrollo, con paz, justicia y respeto irrestricto a los derechos humanos. Un camino que implica, también, no cerrarse sino abrirse a la dinámica del nuevo mundo global, cada vez más interdependiente y necesitado de solidaridad y cooperación”.
“Los migrantes no son criminales sino seres humanos vulnerables que tienen auténtico derecho al desarrollo personal y comunitario”. “ En cada migrante que es lastimado en su dignidad y en sus derechos, Jesucristo vuelve a ser crucificado ”.
Nota de: Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano