A principios de la década de los años 20 del siglo pasado, el filósofo alemán Martin Heidegger acuñó el concepto de vida fáctica para expresar la esencia de la vida humana. Basada en él, Pilar Gilardi, del Instituto de Investigaciones Históricas, concibió su proyecto de investigación “Sobre la posibilidad de una hermenéutica de la vida”.
Durante una época muy larga de la historia, la hermenéutica estuvo destinada a la significación de los textos sagrados. Sin embargo, a partir de Heidegger se entiende como modo de ser del humano. El objeto de estudio de Gilardi tiene como propósito pensar la vida en todas sus manifestaciones desde su carácter interpretativo.
“No importa tanto, desde el punto de vista filosófico, cuál es la interpretación en juego, sino que nuestro contacto con el mundo se da siempre de esa manera. Esto hace que ésta adquiera un carácter apriorístico, es decir, todo contacto con el mundo, toda relación con lo otro y los otros se da siempre desde la interpretación. No es que yo ponga interpretaciones en las cosas, que las puedo poner, sino que mi apertura al mundo, mi existencia, está constituida por la comprensión y la afectividad, que también es determinante”, dice la universitaria.
Vida y movimiento
Desde Aristóteles, la noción de vida se entiende como principio de movimiento, como automovimiento: lo que nos da señal de que algo está vivo es que se mueva y tenga en sí mismo la posibilidad de moverse, no de que sea movido por otro.
Así, esta idea de vida y movimiento, comprendida como propia del humano, implica que la existencia debe entenderse en términos de acción situada en un aquí y ahora, como un factum; de ahí el concepto de vida fáctica o facticidad. La vida se ejecuta siempre desde el ámbito comprensivo-interpretativo. Todo lo que nos es dado, lo que compone nuestro mundo, está inevitablemente dotado de sentido.
Ahora bien, del reconocimiento del carácter interpretativo de la vida fáctica y, por consiguiente, de su historia, surge la pregunta de si la interpretación es exclusiva de la vida humana o se extiende a la vida en todas sus manifestaciones. Si la respuesta es que se expande a la vida en todas sus variantes, entonces sería posible sostener que animales y plantas tienen historia, su propia historia…
“Esta idea fue pensada por el biólogo y pionero de la etología Jakob Johann von Uexküll. Al investigar la vida de animales y plantas concluyó que ésta no se limitaba a la mera adaptación, sino que era el resultado de un proceso interactivo, selectivo, que podría verse como una suerte de interpretación”, comenta la investigadora.
De lo anterior se desprende que el papel del sujeto (humano, animal o planta) frente al mundo no es pasivo. Por lo contrario, el medio ambiente está compuesto por la doble direccionabilidad que conlleva la acción del sujeto sobre el medio y del medio sobre el sujeto. Ambos movimientos integran un binomio inseparable determinado por el sentido y la interpretación.
“Es decir, el mundo se constituye a partir de esta relación retroactiva que determina a un polo y al otro. Y decimos que esta relación retroactiva es interpretativa y, por ende, hermenéutica, porque es eminentemente selectiva: el animal o la planta selecciona, no de manera racional, lo que le resulta necesario para vivir, y no sólo se adapta de manera pasiva.”
En este horizonte de pensamiento, del cual surgió la biosemiótica, se sitúa el proyecto de investigación de Gilardi: pensar la hermenéutica como modo de la vida en general: de la humana, animal y vegetal, y dar cuenta, desde el ámbito teórico, de este carácter interpretativo de la vida.
Pandemia
En opinión de Gilardi, el fenómeno de la pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2 puede explicarse a partir de lo dicho anteriormente.
“Esta pandemia muestra cómo se ha afectado en lo más profundo nuestro ser en el mundo. Lo más elemental, lo que constituye la vida misma –respirar, tocar, estar cerca del otro– se ha visto trastocado. Y esto tiene su origen en el hecho de que la interacción de nosotros con el medio ambiente es, desde la modernidad, o quizá desde antes, deliberadamente manipulativa. Heidegger se dio cuenta de esto y advirtió el peligro que implicaba la técnica convertida en tecnología. También la Escuela de Frankfurt reparó en ello. Con esto no quiero decir que debamos volver a un mundo idílico en el que no haya tecnología, sino que se requiere revisar nuestra relación con lo otro y los otros”, indica.
Es muy probable que la pandemia por el SARS-CoV-2 haya tenido su origen en un mercado de animales silvestres, en Wuhan, China. De acuerdo con la académica, el comercio de esta clase de animales habla de un profundo trastocamiento de la relación de nosotros, los humanos, con el mundo, que tiene como fin no el conocimiento y el gozo, sino la manipulación para hacer del mundo algo así como una especie de gran bodega de donde podemos extraer todo lo que es indispensable para vivir.
“Creo que la idea de la vida como interacción de nosotros con el mundo y del mundo con nosotros se ve claramente en lo que está sucediendo, y una hermenéutica de la vida quizá nos ayude a leer mejor este fenómeno, en la medida en que toda hermenéutica tiene un carácter eminentemente crítico e implica un desmontaje, una destrucción o una deconstrucción de todas las interpretaciones para llegar al fondo del asunto”, añade.
La información sobre la pandemia es mucha y cambia constantemente porque se trata de un fenómeno nuevo. Por eso, para Gilardi, sería interesantísimo hacer un análisis hermenéutico de lo que estamos viviendo, un análisis deconstructivo que muestre el horizonte desde el cual se ha intentado comprender el fenómeno del coronavirus.
“Además de analizar cómo ha cambiado la información y cómo nos hemos situado con respecto a este fenómeno, que da mucho miedo, debemos considerar que lo que está en juego es la vida misma, nada más y nada menos. Y no me refiero a la vida en contraposición a la muerte, sino a la vida cotidiana. La pandemia te impide acercarte y tocar a los demás, salir de casa…, y para salir del aislamiento, aparentemente es necesario recurrir a lo que nos llevó a él: la técnica. Esto es paradójico porque se supone que la globalidad nos pone más cerca de lo otro y de los otros, pero en realidad nos lo está impidiendo. Claro, ahora mismo tenemos que permanecer aislados, pero hay que pensar simbólicamente en lo que esto significa, porque la vida en aislamiento tendería a extinguirse, pero por otro lado es la única forma que tenemos ahora mismo de salvarnos”, finaliza.
Fuente: UNAM