La familia es uno de los espacios perversos hacia la mujer, donde está más expuesta a sufrir violencia de forma cotidiana y sistémica, alertó la experta del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM, Alethia Fernández de la Reguera Ahedo, durante los trabajos del Seminario Universitario “La Familia en las Sociedades Contemporáneas”.
Al inaugurar el encuentro, la Coordinadora de Humanidades, Guadalupe Valencia García, afirmó que se enfatiza el hecho de que la familia es la célula fundamental o básica de la sociedad, enmarcando una visión poco favorecedora para garantizar los derechos de mujeres, niñas y niños. “Hoy esto ha cambiado y hablamos sin tapujos de la violencia intrafamiliar”.
A su vez, el director del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad, José del Val Blanco, resaltó: es trascendental reflexionar y analizar estas problemáticas que históricamente están en la sociedad.
“La organización y estructura tradicional enfrenta una transición hacia nuevos modelos de familias y el papel de sus integrantes. En buena medida el resultado de las transformaciones económicas, sociales, culturales y demográficas y contemporáneas marcan el tránsito de la familia extensa a la familia nuclear, este cambio ha mostrado ya el impacto social que en diferentes ámbitos de las relaciones sociales”, manifestó el etnólogo.
Al continuar su exposición, Fernández de la Reguera Ahedo, también coordinadora del Laboratorio Nacional Diversidades de la UNAM precisó: la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIRE) 2016 reveló que cuatro de cada 10 mujeres, de 15 años o más, reportaron sufrir violencia de pareja; además, en los últimos cinco años el número de presuntos delitos de violencia intrafamiliar aumentó de 127 mil a 220 mil, en 2020.
La pandemia y el confinamiento las obligaron en su mayoría a residir de manera permanente con sus agresores en el hogar. La Red Nacional de Refugios refirió que en los primeros meses de la emergencia sanitaria (marzo y abril de 2020), el 100 por ciento de ellas que acudieron a pedir apoyo fueron víctimas de violencia doméstica.
Además, la Red registró que durante este periodo, 5 por ciento de los niños que ingresaron habían sido víctimas de abuso sexual dentro de los hogares. Respecto a feminicidios, entre 2000 y 2018 se sabe que 3 de cada 10 mujeres fueron asesinadas en sus hogares, y las llamadas al 911 relacionadas con violencia doméstica contra ellas aumentaron casi 300 por ciento de 2016 a 2020. En 2016 se reportaron 92 mil 604 telefonemas y para 2020 fueron 260 mil 067.
De la Reguera Ahedo reflexionó: “El panorama de cifras es muy preocupante, muy amplio, sabemos que existen costos importantes por lo que implica la violencia de género en México y que en 2015 implicó gastos equivalentes al 1.4 por ciento del PIB por pagos que van desde la pérdida de ingresos, el valor del trabajo no asalariado, el costo de servicios penitenciarios y el gasto público destinado a la prevención, atención y sanción de la violencia contra las mujeres”.
Este fenómeno también se refiere a una cultura familiar que debe ser transformada a partir de sus orígenes, a fin de cambiar las formas de crueldad patriarcal, deconstruir la crianza de los pequeños y cambiar el pensamiento arcaico de que hay que hacer todo por la familia.
De la Reguera Ahedo comentó que existe vacío en torno al respaldo que requieren para solventar las desigualdades de ser las únicas responsables del cuidado de los otros, por lo que se requiere la presencia del Estado para ampliar las guarderías y las escuelas de tiempo completo.
Al ofrecer la charla “La violencia familiar como violencia de género”, la investigadora expresó que es una institución donde las relaciones de poder se prolongan en el tiempo y se vinculan con uno de los conceptos más importantes: la división sexual del trabajo.
“La familia es el núcleo desde donde se genera esta división entre lo público y lo privado donde, por un lado, se asocia a la mujer con el cuidado, como si por naturaleza fuéramos mejores, un trabajo diario para un entorno productivo: alimentación, limpieza, preparación de alimentos, cuidado de dependientes, trabajo que normalmente no es visible, no se cuantifica ni se paga”, externó.
Fuente: Gaceta/UNAM