En mi pueblo, las mujeres están siendo asesinadas: Sara Curruchich

[Sara Curruchich, compositora maya y activista por los derechos de los pueblos originarios, se encuentra en México para interpretar varios de sus temas musicales, desde los cuales reivindica su inconformidad contra el racismo y las distintas opresiones experimentadas por las mujeres indígenas como ella…]

La cantautora guatemalteca Sara Curruchich (1993), quien compartió ayer el escenario con Mon Laferte y Ana Tijoux, en el Zócalo de la Ciudad de México como parte del festival “Tiempos de Mujeres”, dice que el frío repentino que se siente en la capital mexicana le recuerda a su pueblo natal San Juan Comalapa. 

      Curruchich es una joven maya kaqchikel cuyas canciones de protesta contra el racismo y la violencia de género le han valido el nombramiento de “embajadora” en Guatemala del Movimiento HeForShe, creado por la Organización de las Naciones Unidas Mujeres, con la finalidad de promover el empoderamiento de la mujer. 

      Esta es su cuarta visita al país, razón por la cual  asegura que México la ha hecho “sentir en familia”. En cuanto a su participación con Laferte y Tijoux dice: 

      —Utilizar este espacio como una plataforma para denunciar las violaciones es algo bastante poderoso. Me siento honrada de compartir con ellas. 

      Las letras de sus canciones mezclan el español con su idioma materno, el kaqchikel, uno de los 22 idiomas mayas que se hablan en Guatemala, una oportuna reivindicación de su origen étnico en un país donde el 43.8 por ciento de la población es indígena y padece condiciones históricas de racismo y discriminación. Además, se presenta en el escenario ataviada con huipil y corte, el atuendo tradicional de los pueblos mayas, acompañando sus letras con guitarra o marimba.

Desde el corazón de las montañas

Curruchich nació tres años después de los Acuerdos de Paz —que pusieron fin a una guerra civil de 36 años en Guatemala— en uno de los pueblos más azotados por el conflicto. Sus padres eran agricultores y tejedores y pertenecían a un grupo musical que se dedicaba a visitar enfermos para amenizarles el día con sus canciones. 

      —Las personas enfermas tenían un semblante distinto cuando tocábamos música. Se sentía una esperanza. Tenía unos cinco años cuando comencé a acompañar a mis padres al grupo musical y me gustaba mucho. No sé de dónde mi papá sacó una pandereta muy grande que de tanto tocarla, emocionada, se me ampollaron las manos.

      Su padre, que falleció hace unos años, tocaba la guitarra por las noches y le enseñaba canciones de Pedro Infante. 

      Sus cuatro hermanas comparten su afición por la música, pero debido a las condiciones humildes del entorno familiar sólo ella culminó estudios musicales en la ciudad de Guatemala. Entre sus influencias cita a Lila Downs, Violeta Parra, la rapera guatemalteca Rebeca Lane, los cantautores mayas Maximiliano Icú y Carmen Cúmez, y al dúo nicaragüense Guardabarranco. 

      Durante 2015 se dio a conocer con la balada “Ch’uti’xtän” (“Niña”) y actualmente difunde su primer disco: Somos, con 13 temas que abarcan el legado de la guerra en su país, la migración y la lucha por el territorio de los pueblos indígenas. Curruchich lo describe como “algo que ha nacido desde el corazón de las personas y de las montañas”.

“Estamos aquí…”

La cantante cree que su padre se sentiría orgulloso de ella si pudiera verla cantando en el Zócalo de la Ciudad de México:

      —Si estoy aquí es por el amor que me tuvo él. Los pueblos originarios creemos mucho en los sueños, creemos que nuestros ancestros y ancestras, y nuestros seres queridos, nos visitan. Cuando canto siento que me acompañan y que son felices. 

      A pesar de que la joven cantante ha participado en festivales internacionales y ha colaborado con artistas de diferentes partes del orbe como Gambeat, el bajista del cantante francés Manú Chao, asegura que en su país natal no deja de sufrir una doble discriminación por ser mujer e indígena: 

      —En todo el mundo los espacios artísticos han sido ocupados mayoritariamente por hombres y se sigue pensando que las mujeres tenemos que responder a un patrón de quedarnos en casa y tener hijos, no como una decisión sino como una obligación. Casi siempre hay una o dos mujeres entre 20 hombres y a veces sólo estoy yo como mujer indígena. 

      La cantante asegura que el machismo sigue imperando en el mundo artístico y que las voces como la de ella enfrentan una lucha cuesta arriba para demostrar su talento: 

      —En los festivales se escuchan bromas machistas que normalizan la violencia contra nosotras. Nos toca posicionarnos de manera fuerte y contundente y decir: “Estamos aquí y este espacio también ha sido trabajado por muchas mujeres”.

“Ahora los indios hasta guitarra tocan…”

Reivindicar la identidad maya a través del arte, en un país donde ocho de cada diez indígenas viven en condiciones de pobreza, es una acción con una enorme fuerza política, pero también la ha envuelto en polémicas convirtiéndola en el blanco de ataques en las redes sociales: 

      —La gente piensa que nombrar el racismo y ponerlo sobre la mesa es segmentar a la población o inventarnos algo que no existe. Recuerdo que una mujer en las redes sociales preguntaba si realmente era yo la que iba a cantar porque no creía que una indígena pudiera cantar. Tenemos que luchar contra el sistema machista y patriarcal, porque es muy doloroso que este tipo de ataques pueda venir de una mujer. 

     En otra ocasión, a inicios de su carrera musical, la joven cantante se dirigía a un festival en la ciudad de Guatemala cargando su guitarra al hombro cuando escuchó un comentario racista e hiriente:

      —Iba caminando cuando un hombre le dijo a otro señor: “Es que ahora los indios hasta guitarra tocan”. El otro señor sólo se rió sin decir nada. Como apenas estaba comenzando a conocer y a exigir mis derechos fue algo que me dolió.

Una esperanza en el canto

Curruchich no ha dudado en llevar sus canciones de protesta y reivindicación identitaria a las puertas de la administración Trump. Durante junio de 2017 participó en un concierto de la Orquesta Sinfónica de Dresde contra el muro fronterizo entre Tijuana y San Diego, construido por el actual gobierno estadounidense para frenar la ola migratoria: 

      —Todos los conciertos tienen una esencia y una energía que te marca. Había mucha gente del lado del escenario que se unía a la petición de “no queremos fronteras ni muros, no queremos más divisiones” y del otro lado llegaba gente con altoparlantes que eran pro Trump. La gente de nuestro lado decía: “¡Cantemos más fuerte!” Entonces se sentía una esperanza en medio de toda esa gente. 

      Pero en Guatemala, cuando trascendió la noticia de su participación en este concierto, nuevamente fue objeto de comentarios racistas en las redes sociales.

      —Me llegaron mensajes diciendo que me dedicara a hacer tortillas o que me regresara al barranco donde pertenezco, mensajes que no solamente eran racistas y discriminatorios sino también tenían una carga de violencia muy grande. 

      Por otra parte, en un contexto político en que las políticas antimigratorias de la administración Trump se han endurecido —en 2019 Estados Unidos deportó a 24,784 guatemaltecos y el número de guatemaltecos muertos en tránsito aumentó en un 40 por ciento—, muchos migrantes se han apropiado de su música y le envían audios a ella contándole el arduo camino que recorrieron para llegar a Estados Unidos. 

      —La gente me compartía sus historias de cómo había migrado. Es importante estar aquí y aportar a través de la música porque es una de las maneras en que se nombran las cosas que estamos atravesando. La gente está obligada a irse de Guatemala porque hay un sistema de corrupción que sólo favorece a ciertos sectores y no parece importarle que la gente en las aldeas se esté muriendo sin tener nada que comer, ni vivienda, ni educación ni salud.

Caminar juntos a través de la música

Las letras de Curruchich nacen de la realidad de los pueblos indígenas de Guatemala y su lucha contra la exclusión, abordando temáticas como la migración, la lucha por el territorio y la violencia contra la mujer en sutuaciones que derrumban fronteras y han encontrado resonancia en otros países latinoamericanos. 

      —Nos están atravesando muchos de los mismos problemas. Acá en México también hay mucha gente que está luchando por la tierra y el agua y los defensores y defensoras están siendo asesinados por empresas transnacionales, como está sucediendo en mi pueblo. Nos están despojando y violentando, pero no estamos solos en esta lucha. Estamos caminando juntos y hacerlo a través de la música es algo que nos llena y nos abraza. 

      Curruchich se solidariza con las marchas de mujeres en México que exigen un alto a la violencia de género, ya que Guatemala es la cuarta tasa de feminicidio per cápita más elevada de América Latina: 

      —En mi pueblo, las mujeres están siendo asesinadas —afirma Curruchich. 

      Después de este concierto le espera una gira por el interior de Guatemala que iniciará a finales de marzo, una gira por España y Francia en abril y una gira por Estados Unidos en junio. 

      Sobre su colaboración con artistas internacionales como Gambeat y la cantautora española Amparo Sánchez, afirma:

      —Son artistas que creen en la música como una forma de reivindicación, de resistencia y de denuncia. A Gambeat lo conocí por un amigo de Francia. A través de él le mandamos las canciones y no dudó en decir que podíamos contar con su apoyo. Encontrarte con gente que cree en las cosas colectivas, en medio de un bombardeo que nos dice que lo individual está por encima de lo colectivo, es algo maravilloso. 

      Cuando no está de gira, regresa a San Juan Comalapa, donde labrar la tierra y tejer huipiles la mantienen firmemente anclada en la realidad de su comunidad: 

      —Ir al campo me da equilibrio y es algo con lo que puedo sanar. Tengo una vida bastante ligada a mi familia y a la tierra y eso me hace sentir plena.

Fuente: Notimex