De glorias e infiernos

El “¡más rápido!, ¡más alto!, ¡más fuerte!” puede llevar a la gloria olímpica, pero también al colapso. En sus anteriores Juegos Olímpicos la gimnasta estadunidense Simone Biles ganó cuatro medallas de oro. Hace unos días escribió en su cuenta de Instagram que sentía el peso del mundo sobre sus hombros.

Su vida ha sido una constante lucha. Con una madre adicta tuvo que vivir en hogares sustitutos en Columbus, Ohio. Los triunfos la llevaron a las portadas de Vogue y Glamour y a sumar 5.3 millones de seguidores en Instagram. Su voz se oyó fuerte contra el racismo y para unirse a las protestas del Me Too. Fue una de las víctimas de abuso del entrenador Larry Nassar.

Juliet Macur apuntó en The New York Times: “A principios de 2018, un día antes de la audiencia principal para la sentencia de Nassar, fue demasiada la presión de guardarse todo para sí misma. Sabía que Nassar la había tocado de manera indebida, pero no le había dado importancia a ese atrevimiento porque sabía que a sus compañeras les había hecho cosas peores” (https://www.nytimes.com/es/2021/07/27/espanol/gimnasia-tokio-2021-simone-biles.html).

Al comenzar su participación en Tokio los periodistas reportaban con sorpresa: “Fue un salto impropio de ella, un salto que posiblemente nunca había fallado, ni siquiera en los más perezosos entrenamientos. Fue el salto que le llevó a retirarse”.

Finalmente, Simone Biles declaró: “Físicamente me encontraba bien, me veía en buena forma, pero internamente necesitaba dar un paso a un lado. Tenía que proteger mi mente, no podía salir y hacer lo que todo el mundo quería que hiciese. No confío en mí misma tanto como antes… quizá me esté haciendo mayor. En estos juegos ha habido un par de días en los que he sentido el peso de todo el mundo en mis espaldas. No soy sólo una deportista, soy también persona y simplemente necesitaba dar un paso a un lado”.

La salud mental es de nuevo un tema de discusión. En el caso de los atletas de alto rendimiento los cinco minutos de fama son efímeros. “Ponderamos sacrificios que no deberían de existir, estamos legitimando formas violentas para que alguien trascienda. Lo que no es sublime no es reconocido por la cultura”, señaló Karla Salazar, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM. Y asentó: “No hay salud si no hay salud mental; eso se les ha olvidado a los deportistas. Todo el entorno que les rodea es opresor y se deja a un lado la salud mental. No pueden descansar, el sistema no los deja, el sistema no ve por la higiene mental, la salud emocional, y llegan a un burnout (síndrome del quemado, síndrome del desgaste profesional) que no es tan evidente”.

Exigencia y explotación

En tanto, Carlos Vázquez Villegas, psicólogo de la Dirección General del Deporte Universitario (DGDU) de esta casa de estudios, indicó que hay una línea muy delgada entre la exigencia y la explotación emocional, más cuando tal exigencia está consensuada por el atleta o una familia para conseguir un sueño olímpico, un sueño nacional o un campeonato. “Te exijo porque tú lo quieres así”.

Agregó que se debería trabajar en el cuidado emocional en el deporte. “Tenemos protocolos que más o menos se siguen donde podemos identificar abuso infantil, abuso sexual, pero no hay nada que nos diga que hay un abuso emocional. En este entorno no veo ningún reglamento, no lo veo aplicado de ninguna manera. Haría falta, desde un enfoque legal, empezarlo a trabajar”.

Hay una estructura neoliberal que obedece al mercado y que le gusta ponderar las historias de éxito, precisó Karla Salazar, y las que no lo son las desecha y ahí entra la cosificación de las personas. “Si brillas, si trasciendes eres alguien que le sirve al mercado”.

Detrás de las historias de éxito “hay muchos sacrificios innecesarios. Muchos deportistas pueden evidenciar este tipo de violencias”.

Salazar, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, añadió que la demanda que tiene el deportista es impresionante, nadie quisiera estar en los zapatos de un atleta que trasciende. Estamos acostumbrados a sólo reconocer los triunfos y no los procesos. “Nos olvidamos que en este camino llamado vida lo que importa es el proceso, cómo lo vivimos, cómo lo disfrutamos, cómo lo compartimos. La estructura neoliberal ha llevado a que existan procesos culturales injustos, muy acusadores, donde el apoyo social, el apoyo comunitario es relegado. Se deja en soledad a quien no triunfa. Caemos en la trampa del mercado, que es una trampa de afecto hacia quienes nos representan”.

La investigadora, especialista en resiliencia frente a violaciones graves de derechos humanos, puntualizó que hay una lucha insaciable de reconocimiento. “Habría que preguntarse por qué lo necesitan tanto, donde a costa de lo que sea quiero brillar, trascender. Es una carrera de nunca acabar, pues apenas termina un triunfo comienza la tarea para el otro y para trascender. ¿Qué tanta opresión han vivido para ambicionar así cierto poder dentro de esta carrera? Lo que debería ser propositivo, ejemplar, ha acabado por ser algo que da miedo, da miedo estar en sus zapatos”.

Finalmente, Vázquez Villegas dijo que debemos normalizar las emociones. “No son sinónimo de debilidad, acompañan siempre al ser humano. Al deportista se le va a explotar y cuando deje de dar los resultados que se esperan lo van a abandonar”.

OTROS CASOS

Muchos deportistas enfrentan la presión por ganar y reaccionan de diversas maneras, desde el llanto y la violencia hasta el abandono por el estrés de la contienda. Hay casos emblemáticos:

La basquetbolista australiana y estrella de la WNBA Liz Cambage anunció, una semana antes del comienzo de Tokio 2020, que no participaría debido a problemas de salud mental. Fue la primera baja de estos juegos por esa razón.

En 1992 Jennifer Capriati ganó la medalla de oro en el tenis de la Olimpiada de Barcelona a los 16 años. En 1994 dejó su exitosa carrera y tuvo problemas con abuso de drogas; aceptó haber considerado el suicidio por el estrés que le generaba competir.

La gimnasta Kerri Strug intervino en el all around por equipos en Atlanta 1996. Sufrió una torcedura en el tobillo en su penúltimo salto y consiguió el oro para Estados Unidos haciendo su último ejercicio a pesar de la lesión que la tenía visiblemente adolorida y cojeando.

En las Olimpiadas de Pekín 2008, el cubano Ángel Matos fue descalificado por sufrir una lesión en el pie cuando iba ganando la pelea por el bronce en taekwondo. Cuando el juez le informó, el taekwondoín le propinó una patada a la cara, causando su expulsión de los juegos.

En 1997, Oliver McCall rompió en llanto al final del cuarto asalto en el combate contra Lennox Lewis por el campeonato mundial de los pesos pesados. Después declaró que había sufrido un colapso nervioso.

En 2009, Serena Williams reaccionó violentamente contra una juez de línea que le marcó una falta, y le dijo: “Voy a matarte” (“I’m going to kill you”). Serena fue multada y admitió que su reacción fue por la presión de triunfar.

El astro francés Zinedine Zidane reaccionó con un cabezazo ante palabras del italiano Marco Materazzi en la final de Alemania 2006. Zidane fue expulsado y a la postre Italia se coronó.

Eric Cantona, entonces jugador del Manchester United, fue expulsado en un partido de liga contra el Crystal Palace. Al ir rumbo al vestidor reaccionó contra las palabras de un aficionado del otro equipo dándole una patada voladora.

Fuente: Gaceta/UNAM