El año nuevo significa esperanza, es una ventana hacia el futuro, llena de posibilidades. Es un momento para reflexionar sobre nuestro proyecto de vida, nos permite renovar y plantearnos nuevos retos, afirmó Blanca Estela Barcelata, académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM.
Tiene una acepción especial en diferentes culturas, incluso desde un punto de vista religioso. En general, representa la oportunidad de redireccionar trayectorias, hacer ajustes a nuestros planes, establecer nuevas metas, recapitular lo que nos pasó y construir a partir de lo aprendido, remarcó la profesora de la carrera de Psicología.
“Durante el año experimentamos vivencias; una vez concluido y a punto de comenzar otro, podemos ponderarlas, de tal manera que sean la base para renovar propósitos que por algún motivo dejamos de lado o no llenaron nuestras expectativas”.
Las experiencias hacen posible fijarnos retos y desafíos. A partir del año que comienza podemos construir y dar nuevo significado a nuestra existencia, detalló.
Barcelata resaltó que reflexionar sobre las vivencias, enfocándonos en aspectos positivos y en los logros, es lo que nos da sentido. Trazar metas a futuro motiva al ser humano y confiere esperanza al año que inicia, pues brinda la posibilidad de plantearnos tareas, retomar las que no se cumplieron y darnos otra oportunidad.
“Puede ser que hayan sido metas poco realistas; entonces, al planear lo que haremos se deben tomar en cuenta los recursos con los que contamos, pero también los obstáculos que podríamos encontrar”.
La académica expuso que otro motivo por el que no cumplimos con nuestros propósitos es porque los seres humanos, en general, tendemos a considerar nuestros fracasos y lo que no hicimos, y no los logros o lo que sí tenemos.
Habrá personas que consideren que hay más huecos en el año que dejan, que elementos rescatables para replantear objetivos. Otros dejan ir lo que no se cumplió y se fijan nuevos retos. Es común que se presente la llamada “depresión blanca”, que puede surgir por la sensación de haber desperdiciado el tiempo.
Ese sentimiento también se presenta si tuvimos pérdidas, más cuando el duelo no se ha resuelto. En este caso, el comienzo podría no ser esperanzador, se convierte en un desafío: continuar sin el ser que se fue.
Otro factor que interviene para sentirnos tristes, es el económico. El inicio de un año es momento para revisar los recursos con los que contamos, no sólo monetarios, sino familiares, de amistad y sociales.
La especialista en resiliencia mencionó que en su trabajo con familias y adolescentes de bajos recursos se ha percatado que no se dan por vencidos, a pesar de su entorno lleno de privaciones. “Es un ejemplo de fortaleza”.
Asimismo, recomendó disfrutar el día a día. Determinadas épocas representan “pretextos” para juntarnos con la familia o amigos, como la celebración del día de la independencia, día de muertos o Navidad, entre otras, que a partir de rituales perpetúan la sensación de bienestar; “pero es importante no dejarnos dominar por la mercadotecnia”.
Si queremos tener una visión optimista, “procuremos terminar 2019 de manera positiva, a plenitud. No permitamos que además de las carreras que implica la cotidianidad, intereses comerciales nos impongan el ritmo de vida”, concluyó.
Fuente: UNAM