[Evidentemente las cosas ya no son iguales. Medio siglo ha transcurrido desde aquella primera manifestación musical masiva en Nueva York ocurrida durante tres días de agosto de 1969…]
La madre de todos los festivales
El Festival de Woodstock, celebrado hace 50 años en Nueva York, fue inicialmente un llamado -pacífico- a la unidad juvenil mediante la música que dio pie a una cuestión mediática respecto a la eclosión comercial de las grandes audiencias, tras lo cual el rock fue cambiando su sentido contestatario aun sin demeritar su importancia. Sin embargo, a medio siglo de su realización diversos especialistas en la música consideran que el festival de marras finalmente no logró su objetivo.
–Su importancia es tanto icónica como mediática -dice el músico y comentarista Óscar Sarquiz (Ciudad de México, 1948)-; es decir, aparte de haber sido un fenómeno musical en sí, fue proyectado al mundo entero a través del documental homónimo…
Sarquiz considera, asimismo, que el sabor que dejó dicha actividad, efectuada los días 15, 16 y 17 de agosto de 1969, “más o menos dejó un buen sabor de boca”…
–Porque no simbolizó por completo el futuro que se avecinaba con el final de una época. Woodstock también se convirtió en una situación de emergencia, pero posteriormente, mediante el cine y la televisión, el rock comenzó a crecer en el mercado de la música.
Por su parte, el guitarrista de La Maldita Vecindad, Pato (Ciudad de México, 1968), asegura que Woodstock es “la madre de todos los festivales”, además de dar origen a las concentraciones masiva:
–Aunque no se trató precisamente de un evento convocado con finalidades políticas, fue un parteaguas político en términos culturales respecto a sus posiciones antibélicas. La mayoría de los asistentes rechazaba la intervención en Vietnam al decir que era una guerra que no era suya.
Dice Pato que, para muchos, Woodstock representó “el nacimiento de la new age: de la filosofía oriental”, asunto relacionado con el movimiento; sin embargo, dice a su vez Pável Granados (Ciuad de México, 1975), director de la Fonoteca Nacional, que no habría de dejar de lado la razón original del festival: la convivencia entre paz y amor mientras ocurría la guerra de Vietnam, “que no era sino una dura postura crítica al gobierno estadounidense”.
Con ellos coincide el tecladista fundador de la banda de rock Caifanes, Diego Herrera (Ciudad de México, 1973), quien comenta que, de alguna manera, fue “una manifestación importante del poder que puede tener la gente cuando se une”.
–Woodstock es germinal y seminal en la organización de festivales –señala el periodista Jorge Caballero (Michoacán, 1970). Vino a perfilar lo que han sido los últimos 50 años de festivales en el mundo. Vino a crear públicos que después se masificaron y diversificaron, y a ponernos el ejemplo de que los músicos roqueros de distintos géneros o corrientes podían convivir sanamente en un fin de semana en un espacio conjunto.
Jóvenes, sinónimo de peligro
El escritor David Cortés (Ciudad de México, 1961) indica que se debe echar mucha imaginación para ver que hace cinco décadas ese evento fue uno de los primeros gritos masivos de la juventud y una de las primeras reuniones motivadas únicamente por la música.
El guitarrista Javier Bátiz (Tijuana, 1944) recuerda:
–Hace 50 años yo estaba en casa de Fito de la Parra el día del festival. Cuando tocó Fito [baterista de Canned Heat, banda que participara en Woodstock] yo me quedé con la finta de que me había ido con él. Como estábamos como locos, hasta vi monstruos y artistas. Pero eso fue en Estados Unidos. Lo que nos tocó acá en México fue Avándaro, el completo contraste. Woodstock estuvo a todo dar.
Para el biólogo, dibujante, escritor y músico Federico Arana (Hidalgo, 1942), autor de Guaraches de ante azul -el cual resume la historia del rock en México-, Woodstock, festival que reúne a medio millón de personas, es importante porque, además de efectuarse en la metrópolis, “sirvió de modelo en todo el mundo: en el caso de México se tradujo en Avándaro en 1971 pensado originalmente como un evento de autos y rock”.
–Yo estaba muy chico –dice Diego Herrera–, pero me acuerdo que mis hermanos consiguieron varios radios para poder captar la transmisión: Woodstock estaba pasando en vivo y lo oían en seis radios diferentes. Era un experimento raro –recapitula entre risas.
El musicólogo Pável Granados cuenta que su tío asistió al Woodstock de 1999 trayéndole una playera que portó muchas veces la cual tenía grabado un planeta en medio de una ilustración psicodélica, lo que le recordaba que el evento había sido un punto axial, como decía Octavio Paz (1914-1998).
Destaca Pável Granados:
–Dividía los ejes en dos lugares, bandos o sitios, dos alas y todo un ciclo, porque cuando sucedió Woodstock en 1969 todavía no era aceptada la cultura juvenil. Por eso fue un momento cumbre para la paz y la cultura hippies; pero fue importante, sobre todo, cuando se hermanaron la cultura musical y la cultura juvenil como fórmula para obtener la paz, de ahí que haya sido visto el acontecimiento como algo peligroso por el poder político.
En ese contexto, Jorge Caballero recuerda que en todo el mundo se le tenía “un miedo atroz” a las reuniones juveniles, que ya se veían venír del Mayo Francés y del México 68, donde “los jóvenes eran visto como delincuentes”. Por tanto, Woodstock acabó con la falsa idea de que siempre había problemas cuando la juventud se congregaba:
–Además se desarrolló en una época donde el hippismo tuvo mayor efervescencia. La experimentación con las drogas psicotrópicas, en específico con el LSD o con el hongo alucinógeno y el peyote, vino a manifestarse también en esa cultura, acabando, asimismo, con una falsa idea histórica.
Federico Arana piensa otra cosa:
–El hipismo era un movimiento que no tenía futuro, porque los mundos felices no caben en el mundo moderno. Eso de irnos a vivir al campo y todos ser felices en una comuna no funcionó ni podía funcionar, porque llega un momento en que a la gente ya no le interesan las mismas cosas que cuando tenía 18 años. Por eso es lógico que no haya prosperado el movimiento hippie.
Añade Óscar Sarquiz:
–Todo esto ha devenido exactamente en lo opuesto que se pretendía. Lo que se había manifestado en Woodstock (el rechazo al materialismo y el capitalismo) se convirtió, con el tiempo, en lo que negaban entonces: en otro más de los negocios empresariales, si bien su impacto simbólico es indudable.
La cultura del rock
Javier Bátiz, el maestro de Carlos Santana (guitarrista jalisciense que participó en Woodstock para inmediatamente después metamorfosearse en estadounidense,) cree que la música de un país es la cultura del mismo, razón por la cual en ese tiempo (1969) la cultura del rock and roll influía en todos los ámbitos sociales:
–Pasaron 50 años y ahora las culturas se han diseminado por todo el mundo. Las culturas ahora ya no son regidas por una sola. Ya hay muchas músicas. Cada país tiene la suya propia, cada grupo social tiene su música, cada etnia… ya está dispersado el catálogo. Ya cada quien está buscando su camino musical ?acota Javier Bátiz.
David Cortés concuerda con que el rock era un grito de libertad, una manera de contrarrestar al sistema. En esos momentos dicho género musical estuvo ligado a la literatura, al teatro, al cine, a las drogas y a la moda, por lo que conformó una cosmovisión importante para aquella generación:
–Era totalmente contestatario. Los jóvenes utópicamente aspiraban al poder. Porque no tenían un programa político, ni siquiera un programa estético. Sólo las ganas de hacerse del poder. Representaban una verdadera opción frente al mundo que no les había ofrecido propuestas interesantes…
Federico Arana, quien recientemente ha publicado su libro Grandezas y miserias del rock mexicano, dice que la cultura que se fue desarrollando en la música de Estados Unidos era la del blues, la cual sólo cantaban los negros en sus localidades. Pero “el vigoroso rock” incluso lo ha incorporado en su repertorio:
–Se dio una reconceptualización del blues, una especie de intensidad poco antes oída. Porque es como la reencarnación de una leyenda de los personajes que estuvieron en Woodstock, así como el discurso, no solo de la juventud sino también de los oprimidos. Pues algo que considero estaba muy presente era el blues, género de los oprimidos estadounidenses; pero también de las experimentaciones como los solos de guitarra…
Como ejemplo de esas leyendas, Pável Granados cita a Jimi Hendrix y a Janis Joplin, personajes fundamentales de Woodstock. Respecto al primero, Federico Arana afirma que era “un producto quintaesenciado de la cultura del rock”, un nombre con enorme originalidad, talento, así como un gran intérprete y compositor.
–Había grupos como Blood, Sweat & Tears que exigen un desarrollo académico de los músicos -dice Federico Arana-, no es como unos muchachos que se ponen a darle a la guitarra y a lo mejor lo hacen bien o a lo mejor no, además se tenía la garra que se necesita para ejecutar el rock and roll, Porque hubo grupos que no estaban tan apegados a los rigores musicales como podría ser Chicago, que cantaba tal vez demasiado meloso…
Ideales a la deriva
David Cortés, autor de El otro rock mexicano, lamenta que para las nuevas generaciones toda esa cultura del rock ya no signifique nada, aunque para quienes, al igual que él, crecieron o recibieron al rock en los años ochenta, esta música sí conserva algo de su poder:
–Ahora la música está completamente dominada por el dinero, por lo comercial, por las ganas de generar ganancias rápidas. Por eso para mí el rock, aún en algunos casos, es algún vehículo de resistencias, quizá porque el rock que me gusta mucho es el subterráneo. Pero, incluso en medio de tanto reguetón, el rock se convierte en un vehículo de resistencia.
Aunque Diego Herrera dice desconocer si todavía prevalece esta cultura, reconoce que, como género, el rock se ha diluido. Después el auge musical fue para la canción de protesta y la nueva canción latinoamericana o nueva trova con su mensaje político (“a veces evidente, a veces entreverado”):
Su colega Enrique Montes, más conocido con el sobrenombre de Pato, de La Maldita Vecindad, dice que habría que prestar atención no sólo a los referentes del rock mainstream (inducido por la industria fonográfica) sino a los protagonistas del rock subterráneo:
–Esto no quiere decir que sea descafeinado ya el rock, que se le haya quitado la carga política. Creo que en muchos lados sigue su rebeldía de manera persistente, su carácter contestatario, su carácter intrínsecamente político. Yo creo que hasta hoy es visto, el rock, como la cultura de la emancipación, de la crítica, de la juventud. La cultura bajo la cual se han refugiado los jóvenes, las tribus urbanas; es decir, las generaciones posteriores de Woodstock, las que se consideran libertarias, se han refugiado sobre el rock.
Javier Bátiz no piensa así, pues tiene la certeza de que el rock and roll se acabó cuando salieron los Beatles:
–Ellos lo mataron al vender su música, muy bonita por cierto. Y los señores que los ayudaron a venderla hicieron que el mundo aceptara cambiar las músicas, pero se acabaron los Beatles y se acabó también la música.
Viaje sin retorno
–El rock se ha domesticado –señala Jorge Caballero–. Ya lo podemos escuchar, tranquilamente, desde nuestro asiento donde fuere o en alguna de nuestras redes sociales. Ya no nos enlodamos ni nos ensuciamos, como en Woodstock, para tenerlo cerca, incluso en el Glastonbury de 2019 no llovió, y en éste, uno de los festivales más importantes del mundo, la onda era ensuciarte de lodo, de ahí que una de las postales más emblemáticas de Woodstock, por ejemplo, mostrara a la gente empapada y sucia. Ahora hasta el clima cambió para el rock.
Lo cierto es que, para él, antes de Woodstock el rock no existía, ni las congregaciones musicales masivas:
–Aunque ha habido émulos en todo el mundo, incluyendo a México, sólo ha habido un irrepetible Woodstock. Por la comunión de ideas, por la innovación musical, por los cantos de libertad, por la época psicodélica. Todo ahora ya es diferente. Ahora está todo controlado. Puedes ver a un grupo contestatario como Pearl Jam y comprarte un souvenir a la salida.
Óscar Sarquiz también considera que todo lo que sucedió en torno a un intento de aniversario por los 50 años de Woodstock ha demostrado que las cosas han cambiado bastante, aunque no necesariamente para bien.
–No obstante, el rock, con sus diferentes descafeinadas, aún se mantiene -dice Jorge Caballero-. Ahora ya uno va a un concierto de rock, toma asiento, aplaude, bebe su trago, va al estacionamiento y regresa en coche a su casa sin problema alguno.
Fuente: Notimex