Los lamentables sucesos en el Colegio Cervantes ubicado en Torreón, Coahuila, han generado una serie de debates acerca de las causas de hechos tan terribles como el acto violento del alumno de 11 años de edad, quien en dicha institución educativa disparó contra algunos de sus compañeros y también en contra de su profesora, arrebatándole la vida y en acto seguido, él mismo terminando con la propia.
Tal acontecimiento amerita que los medios de comunicación abordemos dicho pasaje desde un tratamiento serio, reposado, maduro y sin las coyunturas propias de la inmediatez mediática que estos lamentables hechos suelen acarrear consigo. Por eso es que hemos decidido, tras el caos informativo desatado por la tragedia, consultar a especialistas en el tema de la salud mental, pues intuimos que un caso como el ocurrido en Torreón no se explica meramente desde el uso de videojuegos con temáticas violentas, sino que tal pasaje al acto que tuvo el niño ahora fallecido, seguramente se explica desde coordenadas más profundas y relacionadas al contexto social, histórico, político, económico e inclusive educativo que se experimenta desde hace varios años en México.
Psiquiatrizar lo social
Una de las primeras conjeturas que en la sociedad mexicana se emitieron en cuanto se supo del tiroteo en el Colegio Cervantes, apuntó a psicopatologizar al niño atacante. Ante sucesos violentos perpetrados por un solo sujeto, la opinión pública suele atribuirlo a padecimientos mentales, es decir como si las causas de un acto terrible y violento (un tiroteo producido por un niño de 11 años; un feminicidio; el maltrato extremo y cruel a animales; el abuso sexual a infantes; el descuartizamiento de un cuerpo y su correlacional tortura, por mencionar sólo algunas modalidades de violencia) se asentaran exclusivamente en un mal funcionamiento cerebral de quien ha perpetrado el delito.
Esta postura que retoma la opinión popular halla su origen en discursos provenientes de la Psiquiatría, disciplina médica que ante estos sucesos (y en contubernio con el discurso jurídico) suele caer en tres lugares comunes y falsos: 1) individualizar las causas de un delito; 2) biologizar la biografía de quien los realiza; y 3) construir una férrea línea entre quienes deben ser considerados “normales” y quienes son mirados como “locos”, “criminales”, “anormales” y “desviados”.
Psiquiatrizar lo social, precisamente es eso lo que hacen diversas narrativas; desde tales posturas, todo pareciera originado por y desde el cerebro del ser humano, como si no existieran dinámicas sociales, históricas, económicas, pedagógicas, religiosas y políticas que conforman a las personas. La pregunta que aquí surge es la siguiente: ante un país con altos índices de violencia como México, el cual experimenta una dinámica de descomposición social originada en gran parte desde la implementación de la denominada Guerra contra el narcotráfico enarbolada a principio del gobierno de Felipe Calderón, ¿cómo podría sostenerse la hipótesis acerca de que actos como lo ocurrido en Torreón son causados meramente por un trastorno cerebral?
¿Cómo una violencia social hasta ahora incontrolable puede pretender ser escondida detrás de una narrativa psiquiátrica que centra al cerebro como productor de actos ilegales y atroces? Pareciera que la respuesta que zanja el asunto en un mero fenómeno orgánico, cerebral y biológico no aclara por completo las causas de acontecimientos tan lamentables como el aquí mencionado.
¿Los videojuegos explican la violencia infantil?
Otra vertiente del debate más reciente y seguramente la más difundida, recae en asignar al uso de videojuegos como causa protagónica de sucesos violentos como el ocurrido en el Colegio Cervantes; incluso así se difundió desde las iniciales declaraciones del gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme Solís, al afirmar que el niño de 11 años se vio influenciado por Natural Selection, videojuego en donde el uso de armas es el elemento principal.
Al respecto, la codirectora de Gargamel Estudio y productora de videojuegos, Elisa Navarro Chinchilla, en entrevista Notimex expresó que no existe una correlación comprobable entre un hecho violento y el contenido de un videojuego, pues diversos estudios demuestran que países con mayor violencia por arma de fuego o con mayores tiroteos perpetrados por menores de edad, no se relacionan en absoluto con los de mayor número de jugadores de este tipo de contenidos, aunque Estados Unidos es una excepción:
—Expresar que jugar videojuegos violentos genera asesinatos sería como decir que Pacman incitaba a comer dulces y por eso hay tantos diabéticos. Se puede inventar cualquier correlación, pero no hay datos que lo indiquen. En general se llega a esa conclusión de relacionar videojuegos con violencia en niños como un prejuicio, antes así pasó con el cine o la música. Los videojuegos son un medio de expresión, de entretenimiento, como cualquier otro. La violencia es multifactorial: el ambiente familiar, social, y vivir en un país que imita el amor a las armas como en Estados Unidos… eso puede generar una hipótesis en la que podamos pensar que un chico imita los tiroteos de ese país.
Por su parte, la psicóloga Leda Silva Victoria, egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, comparte la reflexión de Navarro Chinchilla al desmarcarse de la interpretación acerca de que tales contenidos sean los principales motores de tiroteos como el ocurrido en el Colegio Cervantes:
—Por ahí dicen que el niño se puso una playera de un videojuego, entonces se enfoca a que tales materiales son los que generan esa violencia; pero en otros países esa cultura del videojuego está mucho más extendida y no vemos este tipo de crímenes… Y el tema de las armas es otro aspecto fundamental en este caso: se ve también de lo más normal que un niño de 11 años tenga acceso a ellas. Seguramente él pudiera haber estado viviendo una situación de crisis emocional, pero al final la pregunta debe ser: ¿por qué respondió de esa manera?
Responsabilidad de todos
El simple hecho de que en una sociedad como la mexicana se distribuyan y compren videojuegos con temáticas de violencia, ¿eso detona que ciertos niños pasen al acto de asesinar a otras personas y a hacerse daño a ellos mismos en la vida real alejada de la pantalla del televisor o la computadora? Tal como lo menciona la psicóloga Silva Victoria, en otras sociedades los videojuegos de tales temáticas se hallan presentes pero no se suscitan acontecimientos como el más reciente en Torreón. En este sentido, otra de las especialistas en psicología entrevistadas por Notimex, nos referimos a Maribel Montoya Salazar, expresa que evidentemente algo más allá de un videojuego tuvo que estar presente en la vida psíquica y emocional del niño involucrado en el lamentable suceso en el norte de México:
—Se mencionó mucho en los medios de comunicación que se le atribuía la influencia de la Masacre de Columbine —tiroteo escolar ocurrido el 20 de abril de 1999 en Columbine, Colorado, Estados Unidos— y del videojuego Natural Selection, y me gustaría explicar que cuando un niño está en constante uso de estos medios se genera lo que es la “prima de placer”: está contento, jugando y es una manera de llevar su realidad para que no se produzca angustia, magnificando la emoción que imposibilita ver la realidad. Por lo tanto, asumo que más allá del simple videojuego, tuvieron que haber muchas fallas en la vida de este pequeño para que esto llegara a suceder.
Dichas fallas pareciera que se hallaban alrededor de la vida cotidiana del niño aquí referido, en un día a día que no sólo abarca al ámbito familiar, escolar y de amigos sino que, por supuesto, también debiera ser tomado en cuenta lo ocurrido a niveles políticos, de inseguridad en una ciudad, económicos y demás dimensiones de corte social. Así lo analiza Maricarmen Montenegro, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM y experta en victimología, criminología y reparación del daño:
—La respuesta rápida es “son los juegos, es el internet”; de ninguna manera: eso es no asumir la responsabilidad que todos tenemos en esta situación. Este tiroteo en una escuela de Torreón, lo que lo hace común con Estados Unidos, sin la menor duda, es el uso de armas: si este niño hubiera estado deprimido, con un trastorno en las condiciones emocionales que sean, pero si no hubiera tenido esa pistola, no hubiera pasado nada de lo que sucedió.
Siguiendo las reflexiones de nuestras entrevistadas, quedaría claro que los videjuegos no son la causa de hechos como lo ocurrido semanas atrás en el Colegio Cervantes, pero entonces… ¿Qué produce tal condición para que un niño de 11 años decida disparar en contra de sus compañeros de clase y también de su profesora?
Una sociedad fragmentada
México en la actualidad es un país violento en múltiples dimensiones. No sólo en cuanto a cifras de criminalidad a nivel nacional, sino también en actos cotidianos como el racismo tan enraizado, los altos índices de pobreza padecida por un gran sector de la población, la falta de oportunidades laborales dignas para la juventud o el denominado bullying escolar… ¿cuáles son las causas de tales procesos de violencia y cómo deben ser miradas y abordadas tales materializaciones de una dimensión como la violencia en la sociedad mexicana?
Estamos ante un fenómeno multifactorial, pero también de múltiples aristas de posible abordaje. Centrémonos en un solo punto de tal universo, en el cual hemos colocado el acento durante este reportaje: en la experiencia psíquica de los infantes y cómo es que dicha niñez en México vincula sus procesos emocionales con la sociedad tan convulsa en la que habitan.
¿Cuáles son entonces los vínculos entre la violencia a gran escala y los actos aparentemente individuales como el sucedido en el Colegio Cervantes? Lo denominado como “social” y sus correlatos violentos, ¿cómo afectan la vida psíquica y emocional de los niños? Leda Silva nos responde desde una visión de largo alcance, en la cual no soslaya la importancia de la esfera social en la biografía de cada sujeto:
—No es una cuestión aislada, eso es lo primero que debemos entender, pues actos como el tiroteo en Torreón corresponden a un contexto social, en donde la violencia se ha ido normalizando, producto de una política que se abrió con la guerra contra el narcotráfico. Hemos visto una violencia creciente en diferentes ámbitos, una violencia de género que se profundiza como homicidios, producto de esa guerra entre diferentes grupos criminales, y también somos testigos de una violencia en el ámbito intrafamiliar.
“Hay que entender que no es un hecho aislado, por lo tanto se requiere de políticas que abarquen diferentes ámbitos. Algunos expertos o especialistas hablan de que la violencia tendría que tratarse en un plano general, tratar de tener otra estrategia hacia la cuestión del narcotráfico, porque ha sido una guerra que no ha funcionado, no se han erradicado los grupos criminales y la violencia ha sido creciente con el número de desaparecidos y de desplazados”.
Amenazas psíquicas en una sociedad violenta
¿Hemos cambiado nuestros modos de ser, hacer, aquellas rutinas y maneras de relacionarnos con los otros a raíz de la violencia intensa padecida desde la implementación de la Guerra contra el narcotráfico? ¿Nuestras emociones son las mismas? ¿Confiamos más o menos en el otro? ¿Le tememos al otro aún sin conocerle? ¿Somos los mismos con relación a quienes éramos en 2006? Las muertes diarias que nos son informadas en los noticieros, ¿nos han afectado la manera en que sostenemos relaciones con los demás?
Hilemos de forma más fina sin quedarnos en la simple hipótesis de que la violencia infantil es producida por los videojuegos; ¿cuáles son otras posibles explicaciones al suceso ocurrido hace unos días atrás en Torreón? La psicóloga Maribel Montoya Salazar expresa:
—Eso tiene muchos años gestándose y se va a expresar en las formas de pensar, la subjetividad y el conjunto de creencias sociales que una persona puede tener, eso incluye a la apología de la narcocultura y, a nivel global, en la sociedad mexicana nos encontramos en una era del vacío.
“La exposición continua a cualquier amenaza pareciera decirnos que es necesario tener un arma: la protección en función de la maldad que habita en la sociedad tiene que ver con el saber defenderse y subsistir mediante un arma o un tercero —haciendo uso de la violencia—, eso incluye: poder tomar la vida de otro porque en ese momento es necesario. Pero no sabemos qué percibía el pequeño (alumno del Colegio Cervantes), no sabemos de qué sentía amenaza o sí sentía que debía defenderse, en este caso, a través de las armas”.
¿Cómo se defiende un niño ante amenazas psíquicas, internas, emocionales y que han sido construidas desde su relación con el mundo exterior? Inclusive, cabe preguntarnos si los infantes cuentan realmente con espacios y estrategias para tramitar sus experiencias afectivas difíciles, esto seguramente se halla atravesado por una visión que en nuestras sociedades se suele tener acerca de la figura del niño, mirado como un ser sin maldad y casi como un sujeto sin derechos, tal como lo expresa Montoya Salazar:
—Los niños son personas inocentes dentro de esta concepción judeocristiana donde pensamos que son como “angelitos”, que no tienen posibilidad de ejercer este tipo de situación de violencia derivada de lo que nosotros desde la psicología podríamos llamar maldad o perversión.
Bajo esta concepción cabe preguntarnos si la propia Escuela es un espacio en donde la infancia en México puede encontrar un refugio para liberar sus problemáticas emocionales, más allá de simple y llanamente ser un sitio en donde se aprendan Matemáticas, Historia o Español.
Una escuela de principios del siglo XX
¿Una tragedia como la ocurrida en el Colegio Cervantes podría haberse evitado? ¿Alguien miró que ese niño presentaba síntomas de algún tipo de conflicto psíquico con urgencia de ser atendido? ¿Realmente ni los compañeros ni los profesores notaron algún comportamiento peculiar previamente al acontecimiento de violencia? ¿Las escuelas en general se hallan preparadas para enfrentar los casos de infantes con problemas de autoestima, emocionales o los denominados procesos de bullying en el interior de sus aulas?
¿Un alumno con buenas calificaciones es sinónimo de un ser humano sin algún tipo de sufrimiento emocional? La psicóloga Leda Silva Victoria nos argumenta lo siguiente:
—Un diagnóstico a larga distancia es difícil, pero se habla de un niño que vivió en un contexto que pareciera que no tenía mayor conflicto, porque económicamente venía de una familia que tiene una estabilidad, iba bien en la escuela (eso es lo que han dicho los medios), que se llevaba bien con los demás alumnos y no era un chico conflictivo.
“Ojalá el abordaje del asunto realmente vaya a mayor profundidad con respecto a atender este tipo de casos, porque vemos que una respuesta será el revisar las mochilas para que los niños no lleven armas; eso puede servir para evitar ciertas situaciones en la escuela, pero no está resolviendo de ninguna manera el problema de fondo de la violencia que ya se está normalizando en los niños desde muy pequeños, se trata de una violencia que se normaliza desde la casa hasta los medios de comunicación, relacionada con la manera como se transmiten las noticias sobre la situación que se vive en el país”.
Más allá de la Mochila Segura…
Las respuestas ante el conflicto por parte del sistema educativo tanto público como privado parecieran insuficientes; desde la revisión de mochilas a la entrada al centro educativo hasta la instauración de psicólogos que den algún servicio al alumnado. No es irrelevante este tipo de propuestas, pero parecieran cortas ante lo expuesto por nuestras entrevistadas. Si los infantes viven varias horas al día en el interior de las escuelas, ¿cómo podríamos construir abordajes para que dicha institución sea un contrapeso real y efectivo al resto de narrativas que los niños consumen e introyectan en lo cotidiano?
La misma egresada de la UAM-Xochimilco, Maribel Montoya Salazar nos comenta:
—Debe irse mucho más allá de las estrategias que se buscan instaurar dentro del colegio como “Mochila segura” o ampliar el personal de médicos de la salud emocional en los colegios, lo cual es necesario y fundamental, pero funcionaría como analgésico, es decir puede quitar o reducir algunas situaciones, pero no es en sí el medicamento que va a curar la enfermedad que, en este caso, es la disolución profunda de los vínculos familiares.
“Actualmente las niñas, niños y adolescentes se encuentran frente a la figura del maestro y del profesor que es incapaz de desprenderse de un método de educación coercitivo y que también ejerce violencia. Es muy distinto ser un educador, un compañero que te ayuda aprender, a una figura que te tiene que educar, en este caso, desde una postura de autoridad”.
En la misma tónica en cuanto a cuestionar la pertinencia del modelo educativo actual, la especialista en victimología y profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, Maricarmen Montenegro, afirma tajantemente:
—Otro dato bien importante es que las escuelas son los escenarios de catarsis donde se expresa la frustración, el enojo, el resentimiento… ¿Que la escuela es la única culpable? Claro que no, pero todos tenemos que ver ahí. La escuela funciona como un recipiente en donde históricamente los seres humanos hemos visto en ella el soporte social, pero hoy la escuela parece un tanto indiferente.
“Y lo digo no por responsabilizar al Colegio Cervantes sino para responsabilizar a todos: son escuelas aburridas, no atrapan a los jóvenes, se quedaron en la primera parte del siglo XX y los niños y jóvenes a veces se sienten ajenos a todo eso. A mí me parece digno de destacar que cuando un chico expresa lo que expuso el niño del suceso en Torreón, es porque no se levantó mal ese día sino que tenía ya varios días sintiéndose mal, y nadie identificó los factores de riesgo”.
Propuestas ante la crisis
La misma Dra. Montenegro nos recuerda algo fundamental en este caso: es urgente reconocer el escenario en donde estamos parados como país, puntualmente en cuanto a la gravedad de la violencia y sus implicaciones en los sujetos, especialmente en la niñez:
—En 2011 el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño se pronunció con una serie de datos en donde decía algo muy importante: cuando los países se encuentran en conflicto armado, lo primero que deben hacer es blindar a la niñez y a la adolescencia. Julio Scherer en el libro Niños en el crimen [2013], dice algo muy bonito y preocupante: “¿Qué hemos hecho como sociedad para que sucedan estas cosas?”
“Todos damos respuestas cómodas: ‘Hay que ponerle límites a los niños; la mochila segura…’, cuando lo que deben de ser seguros son los espacios, la familia, la calle, la escuela… que den protección. La escuela no puede seguir funcionando solamente con premio y castigo, no identifica a sus niños que pueden verse afectados. Y nosotros los psicólogos debemos ser cuidadosos para no dar respuestas del tipo: “Este niño era sociopático…”, ¡qué preocupante!
Siguiendo con las reflexiones de la especialista en Criminología, ella coloca el dedo en la llaga al mencionar cierta crítica a las políticas educativas más recientes asumidas desde la Secretaría de Educación Pública:
—Confío en este gobierno, pero se está hablando de contenidos y no de procesos de enseñanza-aprendizaje en donde se pueda incorporar a niños y adolescentes en lógicas del conocimiento y razonamiento; la escuela para muchos niños es un tormento. El oasis que la escuela fue como un soporte para atenuar los problemas de la casa y demás, hoy no existe. La escuela que más se vende es aquella con mayor disciplina, y ello es premio-castigo; no es educación o como se diría en el artículo 3°: “Aprender para vivir en paz y democracia”. Educar implica comprender y ser sensible al otro.
A la psicóloga se le cuestiona acerca de la pertinencia de la divulgación de la Cartilla Moral escrita por Alfonso Reyes en 1952, algo que pareciera mínimo ante la magnitud del problema que tenemos…
—Sin menospreciar cualquier intento que implique generar una moral diferente… ¿pero qué es la moral…? Son lineamientos de comportamiento, entonces tenemos una moral pública, privada, religiosa… ¿cuál es la moral? Creo que más allá de estigmatizar y responsabilizar a las familias, más allá de esperar la política pública del Estado, debemos promover una condición diferente… atendamos las fuentes de tensión de los niños, colaboremos en capacitar a los maestros, seamos parte de otro tipo de respuestas, y no sólo de aquellas psiquiatrizantes que hablan de la corteza pre-frontal…
Por su parte, la psicóloga Leda Silva Victoria asegura que una acertada respuesta ante esta crisis sería promover una cultural del cuidado de la salud mental, tan menospreciada en nuestras sociedades, pues se suele partir del imaginario de que quien asiste a terapia psicológica es porque se encuentra loco. Ella propone lo anterior además de alguna otra estrategia de política pública:
—Así como también llegar a las comunidades para que todos puedan tener acceso a este tipo de servicios cuando lo requieran, porque no existe una cultura sobre la salud mental, pues está muy estigmatizada en el sentido que pareciera solamente acceden a esta quienes se hallán muy enfermos, locos o inestables.
“Cuando en realidad todas las personas en algún momento requerimos de un apoyo de tipo psicológico y algunos de tipo psiquiátrico. Si hay una política de brindar ese servicio, se puede detectar y prevenir situaciones y sobre todo fomentar en las personas que vayan construyendo recursos de tipo psicológico para afrontar situaciones de estrés o de crisis, que haya un buen manejo de las emociones”.
Finalmente, Maribel Montoya Salazar expresa que no sólo las políticas públicas en torno al cuidado de la salud mental deberían estar dirigidas a los alumnos sino también a los profesores, para brindarles mayores herramientas emocionales que les ayuden a enfrentar las complicadas situaciones que hoy en día se viven en el aula:
—Si bien el Estado mexicano ha implementado el desarrollo de habilidades socioemocionales dirigidas a los niños en educación básica pública, los docentes están completamente fuera de este desarrollo. ¿Quién en este caso atiende, evalúa y canaliza a los maestros? El gobierno debe reconocer no sólo las cifras reales del nivel de violencia en el país, sino las evaluaciones de los programas que no han tenido éxito, los indicadores tan alarmantes en cuestión de abuso sexual infantil, así como fortalecer la función de la cultura aunado con el tratamiento psicológico como parte de una atención urgente, prioritaria y accesible a la sociedad mexicana.
Fuente: Notimex/ Mario Bravo Soria/Luis Galindo/Miroslava Cárdenas y Evangelina Del Toro