El año que termina para Cuba, al igual que prácticamente todos desde que la isla decidiera emprender su Revolución en 1959, ha sido de “retos, tensiones y agresiones”, como lo definiera su presidente, pero también de una relativa inercia que cuestiona la autenticidad de la voluntad declarada del Gobierno hace más de una década por modernizarse política y económicamente.
Fue en 2008 cuando Raúl Castro, hermano y sucesor en el poder del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, dio inicio a un proceso de reformas que conducirían a la actualización del modelo económico y social cubano.
Ello, con el fin de hacer más eficiente la economía de la isla, siempre insuficiente, salvo escasos episodios de abundante ayuda foránea, para satisfacer las necesidades materiales de sus habitantes.
Sin embargo, y pese al impacto y la trascendencia de algunas medidas tomadas en el período y durante este año, que pareció rescatar o darle por momentos nuevos bríos al ímpetu reformista, Cuba sigue siendo hoy un tema que divide opiniones.
Para algunos es un ejemplo de rebeldía y soberanía frente a continuas pretensiones imperialistas que le impiden desarrollarse y materializar a plenitud su proyecto de nación y crecimiento socioeconómico, mientras que para otros es un país secuestrado por una dictadura que, logros sociales aparte, impide la ejecución y el disfrute de libertades cívicas y políticas.
En su discurso de clausura del IV Período Ordinario de Sesiones de la IX Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento), en el Palacio de Convenciones de esta capital, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, hizo un balance del año en la cotidianidad política y económica del país.
Según expresó, los cubanos atravesaron “un año cargado de retos, tensiones y agresiones” que “juntos” enfrentaron y “juntos” van venciendo.
“Hay todas las razones para festejar. En el año 61 de la Revolución nos tiraron a matar y estamos vivos. Vivos, celebrando y empeñados en seguir ganando”, señaló el mandatario, que tachó la mayor parte de las críticas e insuficiencias del sistema de “ataques” o “consecuencias”, respectivamente, de la hostil política que Washington sigue contra La Habana desde el triunfo revolucionario.
Permanencia y agudización del bloqueo
Como cada año desde 1992, este 2019 Cuba obtuvo un abrumador apoyo de la comunidad internacional en su condena a la política de bloqueo económico, comercial y financiero de la que es objeto por parte de Estados Unidos desde 1961.
La votación de la resolución que La Habana presenta anualmente en la ONU obtuvo un mayoritario respaldo, en un contexto en el que la agresividad de la referida política estadounidense va en ascenso bajo la administración de Donald Trump y tras el breve respiro que significó el acercamiento bilateral iniciado por el expresidente Barack Obama.
“Cuando se escriba la historia de estos días, habrá que reservar un capítulo al año 2019 por el modo brutal, demente, podría decirse, en que durante este año escaló la agresión a Cuba”, comentó al respecto Díaz-Canel en su citado discurso ante el Parlamento cubano, el 21 de diciembre.
Según detalló, el ritmo de la escalada de la agresividad fue “de más de una medida por semana; es decir, una ‘vuelta de tuerca’ cada siete días para asfixiar a nuestra economía”.
“Se cancelaron, restringieron o prohibieron, cruceros, vuelos, remesas, servicios médicos, financiamientos, transportación de combustible y seguros. No hay un área libre de la cacería, del cerco, de la persecución. Tampoco queda proyecto o acción revolucionaria ajena a la difamación”, aseveró.
Desde la perspectiva de Washington, las medidas contra Cuba son justificadas por el hecho de que es una dictadura y un elemento de desestabilización de la paz en la región latinoamericana. Acusaciones de esa índole no faltan en los pronunciamientos públicos de Trump y otros altos políticos estadounidenses, lo cual siempre es desmentido por La Habana.
En opinión del actual presidente cubano, que sucedió a Raúl Castro en 2018, son “groseras mentiras”, como también lo es la afirmación de que el bloqueo o embargo, como prefiere llamarle Washington, “está dirigido a dañar al Gobierno”.
“El bloqueo afecta a todo el pueblo porque afecta a todos los sectores y actores de la economía”, agregó Díaz-Canel, que además precisó que la agresividad del imperialismo estadounidense “se complementa con un intenso y grosero programa de subversión política e injerencia en los asuntos internos de Cuba, al que le han dedicado, en los últimos tres años, alrededor de 120 millones de dólares que sufragan los contribuyentes de ese país”.
Coyuntura y constitución nueva. Los cambios postergados
Las medidas de Washington para ahogar a la economía cubana, y el deterioro continuo de la economía de Venezuela, principal socio de la isla, hicieron que el 2019 cubano fuera de altibajos.
“Coyuntura” fue la palabra de orden en el último cuatrimestre del año, ya que ese fue el término preferido por el gobierno para referirse a la crisis que desató la falta de combustible derivada de las prohibiciones estadounidenses a cargueros y buques de llevar petróleo a Cuba.
La coyuntura “tensionó todas nuestras fuerzas para evitar afectaciones y retrocesos”, dijo Díaz-Canel sobre el período, que rememoró e hizo tener temer a los cubanos el regreso de los años más duros de la crisis de los 90, denominada en la historiografía oficial cubana como “Período Especial.
Gracias a las medidas tomadas, y al espíritu de solidaridad y colaboración de los isleños, “las angustias por las paradas llenas, las gasolineras apagadas o con largas colas, las producciones detenidas y todos los problemas asociados a la coyuntura” fueron solventados, aunque sin la certeza de que permanente o transitoriamente.
Previo a ese momento de tensión, el 28 de enero, La Habana fue dañada severamente por un tornado que arruinó viviendas y centros productivos en cinco de sus municipios.
La catástrofe implicó un esfuerzo de recursos e inversiones para reparar los daños, lo cual hizo intuir que la capital, en el año de su quinto centenario, viviría momentos de más escasez y precariedad en lo que a infraestructura y recursos materiales se refiere.
“Pocos creyeron que sería posible restañar sus profundas heridas y cumplir los programas de construcción y embellecimiento por los 500 años de La Habana”, advirtió el presidente cubano al recordar el suceso, que sin embargo pudo superarse con “un real tornado de trabajo, esfuerzo, solidaridad e inteligencia colectiva”, que “borró en unos meses el golpe de la naturaleza, imponiendo récord en las inversiones previstas”.
A pesar de esa recuperación tempranera, el año continuó siendo de altibajos. Estuvo reducido a políticas o medidas de acción-reacción, dado el impacto de las medidas estadounidenses y el poco crecimiento de la economía nacional, que cerró 2019 con apenas un 0.5 de incremento del PIB anual.
Las medidas agresivas configuraron escenarios adversos como la coyuntura, que, si bien fue superada, amenaza con volver ante la poca fortaleza de la economía cubana, aún dependiente de sus aliados extranjeros.
Desde el punto de vista político, lo más trascendente del año para Cuba fue la aprobación de una nueva Constitución, en la que se reconoce la propiedad privada y se limita el tiempo de duración del mandato para los altos cargos del sistema político.
De la nueva Carta Magna, aprobada en referendo popular el 24 de febrero tras un polémico proceso de consulta popular que no tuvo en cuenta todo lo demandado por los cubanos, Díaz-Canel subrayó que “fortalece la sociedad cubana y abre nuevos caminos a la institucionalización del país”.
“De su implementación han emergido seis leyes en dos periodos de sesiones”, lo que “nos deja con los instrumentos legales indispensables para el mejor funcionamiento de la propia Asamblea Nacional, las municipales y los Consejos Populares, así como con nuevas figuras y formas de ejercicio del Gobierno, que deben conducirnos al perfeccionamiento impostergable de los órganos de poder del pueblo”, agregó el mandatario.
Con las nuevas normas constitucionales Cuba enfrenta una distribución del poder político en varios roles. Atrás parece quedarán los tiempos en que una sola figura, Fidel o Raúl Castro, centralizaban en su persona el poder del Estado, el Gobierno y el partido único.
Ahora el sistema político cubano contempla los roles de presidente, primer ministro, presidente del Parlamento y el Consejo de Estado, gobernadores provinciales e intendentes municipales, cada uno de ellos con responsabilidades y grados de autonomía mejor detallados que en la constitución precedente.
Sin embargo, ese reordenamiento no parece tributará a un reclamo de varios sectores de la sociedad civil cubana y organismos internacionales: el emprendimiento de cambios que conlleven a la democratización de la vida política en la isla y a la tolerancia del pluralismo político e ideológico realmente existente.
Por ahora siguen siendo cambios postergados u omitidos, aunque pueden intuirse pequeños pasos de avance.
En tal sentido, el presidente reconoció la necesidad de legislar sobre temas como violencia de género, racismo, maltrato animal y diversidad sexual, algo muy reclamado por la sociedad civil organizada al margen del Estado cubano, y normalmente desoída.
Sin embargo, Díaz-Canel aclaró que esa actividad legislativa se hará con “la unidad” que caracteriza a la Revolución y “sin dar espacio a enfrentamientos y fracturas que tratan de promover fuerzas exógenas empeñadas en interferir en asuntos sagrados para la sensibilidad nacional”.
De ello se desprende que, incluso en temas aparentemente poco impactantes en la definición de un sistema político, Cuba seguirá apostando por una unidad que se entiende como la afiliación indiscutida a un solo Partido y una sola ideología, y el seguimiento del curso de acción que los líderes y defensores de estos marquen.
Dos visiones y anhelos distintos
Como ya fue mencionado, Cuba levanta opiniones distintas sobre su realidad tanto dentro como fuera de la isla. La visión de Díaz-Canel y el oficialismo de que 2019 es un año que deja motivos para celebrar, no es compartida por todos.
Abraham Jiménez Enoa, periodista independiente y director de El Estornudo, una revista web de periodismo narrativo que es censurada en la isla, desestima la visión oficial.
“No comparto para nada la visión de que tenemos motivos para celebrar. Creo que es todo lo contrario. Hay aumento de la represión por parte del Gobierno, hay falta de libertades y una creciente persecución a los que se oponen y pronuncian en contra de las políticas oficiales”, dijo en entrevista con Notimex.
“Evidentemente hablan de un país que no existe”, sentenció, al tiempo que destacó que, entre lo más relevante del año, porque supuso cambios en el día a día, está la propagación de la tecnología 3G.
“La masificación del servicio de internet de alguna forma cambió a la sociedad cubana. Permitió que muchos, a través de sus redes sociales, accedieran a discursos distintos a los del gobierno”, apuntó Jiménez, quien fue detenido en 2018 por efectivos de la Seguridad del Estado, por inconformidades con uno de sus artículos.
De cierta forma, el uso de internet es un empoderamiento ciudadano, porque permite que las personas consuman más contenidos y hallen espacios para manifestarse con más libertad, destacó.
“Asimismo, ayuda a que gente que comparte intereses y reclamos se organice mejor. De ahí la movilización popular para ayudar a las víctimas del tornado, las protestas ante el maltrato animal, los derechos LGTBI, etc.
Tuvo un impacto también en la manera de hacer política del gobierno. Cuba se acerca más al gobierno electrónico con la presencia de funcionarios en Twitter, que informan algo de su gestión y opiniones de manera más rápida que antes”.
Contrario a Jiménez, Rodolfo Romero Reyes sí comparte la visión gubernamental. Para él, 2019 fue un año fuerte y tenso en lo económico, pero que deja sensaciones optimistas.
“El recrudecimiento de las medidas de Estados Unidos es real, no es consigna o panfleto. Se activó el Título III de la ley Helms Burton y se tomaron otras medidas para impedir que se comercie con Cuba. A pesar de eso, Cuba tomó varias medidas en beneficio de su población, como el incremento salarial al sector presupuestado, y otras en las que habría que profundizar más”, comentó a Notimex.
Romero, periodista en la revista Alma Máter, de la Universidad de La Habana, y coordinador de un proyecto educomunicativo enfocado en el trabajo con menores comisores de hechos que la ley tipifica como delitos, destaca como elementos positivos del año en su país la estabilidad gubernamental y de las políticas públicas.
“A pesar de todo el contexto difícil se aprobó la nueva Constitución, se celebraron elecciones y no se recortaron o eliminaron los programas sociales. Ante las crisis muchos países recortan lo social, pero Cuba no”, dijo.
“Terminamos el año con resultados positivos. Tengo una visión optimista de 2020 porque vemos luces al final del camino. Seguirá siendo difícil porque seguirán las medidas contra Cuba, pero siento que el país está caminando”, agregó.
Sobre los cambios que varios cubanos y organismos internacionales reclaman para Cuba en lo político, Romero cuestiona la autenticidad de muchos.
De los que piden más democracia y cambios políticos hay que ver quiénes responden a intereses personales genuinos y quiénes a medios hostiles y opuestos a la Revolución, precisó, para luego destacar que la mayoría de los cubanos aprobaron la constitución y los principios en ella contenidos.
“Me pregunto en qué Cuba viven aquellos que hablan de falta de democracia y debate. El gobierno actúa en sintonía con las demandas de la población. La gestión de Díaz-Canel ha ganado en democracia y transparencia, y yo observo más apertura al debate y la comunicación”.
“Puede haber una minoría inconforme, que quiere otros cambios, pero no son mayoría. La mayoría apoya la gestión del Gobierno, por lo que creo que los cambios que se están haciendo y harán serán para tener un país más próspero y sostenible, pero no para complacer a aquellos que piden para Cuba otro sistema de gobierno, no afín a lo aprobado mayoritariamente con la constitución”, afirmó.
Sin embargo, para Jiménez, que ve una Cuba con una configuración distinta, resultan necesarios otros cambios. Desde su punto de vista, en el país debería haber una “implementación real” de las reformas previstas y anunciadas.
“Se quedaron a mitad de camino. Iniciaron a principios del mandato de Raúl Castro y ahora muchas están detenidas. El cuentapropismo (emprendimiento privado) está frenado, como también lo están otras cosas que, de alguna manera, le cambiaron un poco el rostro al país. Quizás por miedo a que el país se les fuera de las manos, les pusieron el freno”, analizó.
Jiménez demandó otra serie de cambios asociados a las libertades individuales y colectivas de los cubanos. Harían que la isla fuera, desde su mirada, “un país más funcional y vivible”, con avances más notorios y menos limitados que los de este 2019 a punto de finalizar.
Fuente: Notimex/ José Gabriel Martínez